Mostrando entradas con la etiqueta vida. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta vida. Mostrar todas las entradas

31 dic 2012

El ciervo en el jersey de lana 2.

(El final de la historia. Para 
leer la primera parte click). 

Avec le music.


Cuenta la leyenda que en los buenos momentos se juntan las almas, y que cuando esto ocurre el mundo se ilumina un poquito más. Así que aquella noche, sentadas en un sofá frente a un televisor, y rodeadas de mayores abandonados por el mundo, Pam y Tat arrojaron un haz de luz al lugar y contagiaron a hombres y mujeres con sus sonrisas.
La joven miró a su abuela con cariño y recordó un día en la playa, cuando bajaron a la arena y construyeron un castillo enorme que después se llevaría la marea. (Quién sabe si algún pez acabó viviendo en él). Entonces tenía la cabeza en perfecto estado, era capaz de memorizar una lista entera de teléfonos y decirlos al revés, y jugaba con su nieta a leer párrafos al azar de sus libros favoritos.
-Abuela -susurró mientras terminaba de pelar la última de las uvas para que Tat no se atragantara. -¿Sabes que he conocido a un chico? 
Se sonrieron pícaras, la experiencia y la impaciencia una al lado de la otra. Dos mundos contrapuestos que se compenetraban a la perfección. La enfermera ayudó a la anciana a sentarse en el sofá y fue a atender a un hombre que la llamaba.
-Bonito año este ¿verdad? -preguntó la abuela Tat. Lo cierto es que apenas lo recordaba, pero seguro que había sido esplendido. Porque seguía viva. Porque podía hablar. Porque miraba a su nieta y sabía que ella lo había disfrutado más que nadie.¿Cuántos años tendría ahora? ¿Diecinueve, quince, treinta? Ya no recordaba como variaban los rostros con la edad. Solo tenía la certeza de que ella era vieja, muy vieja.
-Pues no ha ido muy bien, abu. Muchos recortes, el pobre cada vez más pobre y el rico cada vez más rico. Miras las noticias y te entran ganas de gritar: "¡Paren el mundo, me quiero bajar!" Guerras, desahucios, robos, violaciones, asesinatos... 
Los cuartos de campanada empezaron a sonar. Los del asilo se inclinaron en sus asientos y cogieron la primera uva para llevársela a la boca.
-Y sin embargo, tú aún eres capaz de sonreír. No tengo idea de lo que ha pasado, Pam, porque apenas veo las noticias, pero ¿Sabes qué? Seguro que alguien ha pintado un cuadro, ha bailado bajo la lluvia, ha tenido un hijo o se ha enamorado -le dio un cozado e imitó al resto de sus compañeros de hogar. Pero antes de que sonara la primera campanada, ella ya se había llevado la uva a la boca. Siempre fue un poco tramposa.
-Lo que pasa es que eres una soñadora, abuela.
-¿Eso? - Cogió la tercera y se la tragó sin masticar. Qué más daba si se atragantaba. - Eso lo seré siempre.
Doce. Ellas. Once. En un asilo. Diez. Alejadas del mundo. Nueve. De la realidad. Ocho. Como dos almas gemelas. Siete. Llenas de esperanza. Seis. De ilusión. Cinco. De felicidad. Cuatro. De deseos. Tres. De ansias. Dos. De vivir. Uno. Y de soñar.
-Feliz año nuevo Tat.
-Feliz año nuevo Pam.
Se abrazaron y supieron que todo iría bien. Porque estaban juntas.
Y eso era lo más importante.

27 dic 2012

El ciervo en el jersey de lana 1.

(La segunda y última parte la 
leeréis en fin de año). 

Avec le music.


El niño se monta encima del patinete y empieza a correr detrás de su madre. Ella lleva unos pantalones rojos y un abrigo de lana negro que oculta su silueta. Está bebiendo un batido de chocolate y tiene las uñas de las manos pintadas de marrón. Un marrón oscuro y ceniciento. Se gira para apremiar a su hijo, y el pelo rubio se mueve con ella (es tan largo que parece una cascada de oro cayendo sobre sus hombros). Pronuncia algo, pero no se oye. Seguramente estará regañándolo por lo lento que va.

-Vamos, señora Tat. 
La mujer aparta los ojos de la ventana y los clava en la enfermera. No recuerda su nombre. No recuerda que hace allí ni que día es. Pero no le importa. A veces es feliz sin saber las cosas.
-¿Señora Tat?
Esa es ella. Es una de las pocas cosas que recuerda. Asiente, se levanta y sigue a la enfermera hasta una sala enorme, con un suelo de madera en el que puede deslizar las zapatillas sin problemas. Hay más personas allí,  algunos duermen con la boca abierta y otros juegan a las damas, pero todos la miran cuando entra. Incluso después de tantos años, Tat irradia algo especial que hace que la gente se vuelva a observarla. La enfermera espera a que la mujer llegue a su lado y le habla de nuevo.
-Tiene visita. 
La visita lleva un jersey de lana ancho (igual de ancho que el abrigo de la mujer de los pantalones rojos) con un ciervo marrón en el centro, un gorro con orejeras y una nariz enrojecida por el frío. Su pelo también es rubio, pero está corto, tanto que apenas le tapa las orejas. 
-Esta es Pam, señora Tat ¿La recuerda?
Tat sonríe y sus ojos relucen por primera vez en muchos meses. Claro que sí. Como olvidar aquella mirada de hielo que tan pocos han logrado penetrar. Es Pam, su niña, su dulce sol, su alegría. 
-He traído unas uvas para las campanadas de fin de año, abuela -dice, y sus labios color carmín sonríen en un gesto que solo le dedica a ella.
La abuela Tat ha rejuvenecido más de treinta años. Porque cuando se pensaba abandonada entre aquellas mentes arrugadas, olvidada en un lugar recóndito de la memoria, su nieta ha decidido pasar el fin de aquel año con ella. No hay nada que pueda hacerla más feliz.

3 dic 2012

Las calles de Diciembre.

Pam había soñado cantidad de verces con estrecharlo entre sus brazos entre las luces de navidad, y ahora podía. A su alrededor la gente pasaba mirando al horizonte, con las mejillas coloradas, las manos enfundadas en guantes de lana y una bolsa cargada de ilusión. Levantó la vista y se encontró con él -sus ojos color caramelo observándola con ansias- y lanzó al aire las palabras que tantas veces había guardado en su corazón. A su alrededor, el vapor se extendió y le nubló la vista como si acabara de pegarle una calada a un cigarro. El frío le erizó el bello de la piel, o bien podía ser sus labios, que descansaban en su boca con tanta dulzura que sentía la calidez que emanaba de ellos. Ni abrigos rojos y enormes de lana, semejante a los de Papá Noel, podían separar sus cuerpos en aquellos momentos. Porque estaban conectados por algo más allá de lo físico.
-Feliz Navidad, Pam.
Se sonrieron el uno al otro. No había regalo más preciado que aquel.

28 oct 2012

El olor superviviente de las lavandas.


Lee escuchando a peces de fondo.

La habitación está bañada por una luz suave que se cuela entre las cortinas, ondeantes por el viento ladrón que entra por las ventanas. Las paredes son blancas ahora que están expuestas al sol, pero en las sombras que se crean por las esquinas adquieren tonos oscuros que ocultan los desperfectos del tiempo. Toco con la yema de los dedos la pintura agrietada y al inspirar el olor a viejo se apodera de todo mi cuerpo. También hay un leve aroma a lavanda por las flores del patio, un cuadro vivo tras el marco de la ventana, llenos de morados que bailan de un lado a otro mecidos por la brisa. Arrastro los dedos por la pared siguiendo el camino sinuoso de una grieta y entierro las uñas hasta tocar el cemento seco tras ella. Algunas migajas se me quedan pegadas y tengo que limpiarlas en el pantalón. 
La habitación está vacía, y solo un espejo de cuerpo entero me mira apesadumbrado desde la esquina derecha del dormitorio. Tiene polvo por las cuatro esquinas y una araña lo ha tomado por hogar, pero me veo reflejada en él y recuerdo una noche muchos años atrás, mi reflejo en ese mismo espejo diez veces más joven, con la silueta alta de mi madre tras mí, abrazándome por la espalda y diciendo que todo saldría bien. Si ese espejo arañado y vencido por el tiempo pudiera hablar contaría mil y una historias de lo ocurrido en la cama frente a él, las noches de estudio en la mesilla con la luz del flexo encendida, y lágrimas, y sonrisas, y a través de él el patio en el que una niña hacía de avión corriendo de un lado a otro, donde alguien se mecía en una maca y en el vaivén del movimiento bajaba los brazos y tocaba las lavandas que aún hoy, resecas, siguen desprendiendo olor, sin ser capaces de morir como lo hace el resto del mundo.
Si cierro los ojos, recuerdo las voces del fondo del pasillo, las galletas de la abuela crujiendo en la boca de algún goloso, el agua rebosando el fregadero, el sonido de las zapatillas de mi madre corriendo por el pasillo y el momento de la noche cuando mi padre llegaba a casa, cerraba la puerta con cuidado creyendo que estábamos dormidos, y nosotros saltábamos las escaleras de dos en dos porque habíamos estado callados, esperando con los ojos abiertos hasta oír ese clack que anunciaba su llegada, una noche tras otra. 
Pero cuando abro los ojos la habitación está vacía, el suelo de madera sosteniendo mis pies, reposando en silencio durante tantos años, y si me miro al espejo solo veo una mujer que dejó de ser la niña que hacía aviones en aquel patio hacía mucho tiempo. Aún así, no importan ni el silencio, ni el polvo, porque solo importa una cosa. Y es que, después de tantos años, estoy otra vez en casa.

11 oct 2012

La revolución de los sumisos.

No nos callaran. Gritaremos revolución por las esquinas, alzaremos banderas sin color, blancas como la cal, rascacielos de esperanza que arañen a las nubes, y nos quitaremos la venda de los ojos que con tanto afán quisieron cubrirnos. Levantaremos las manos y recordaremos que seguimos aquí, al pie de la montaña, que somos la base de aquellos que creen no necesitarnos, que sin nosotros no serían nada, y que ese monte sobre el que se alzan victoriosos está sostenido por cada uno de los seres a los que pisotean y hacen morder el polvo para poder ganar más. Siempre más. 
Si quieren coronas de oro, se las daremos de espinas. 
Si quieren sumisión, les daremos REVOLUCIÓN.

30 sept 2012

Alguien que te vea perfecta.

Recuerdo cuando te miraban y decían que no entendían tu forma de ser, criticaban tu cabello, tu ropa y te escupían a la cara. Esos ojos de hiena clavados en tu médula, los murmullos entre ellos, una media sonrisa de superioridad. Todo lo que te hizo tanto daño y te hizo creer que estabas por debajo de ellos. 
Has crecido arropada entre desilusiones, cayendo cuando te levantabas, y soportando bajo ti la losa de unos estereotipos que nunca fueron contigo. Porque eras demasiado gorda, demasiado callada, porque no salías los viernes noche y te quedabas bajo la cama al amparo de unas cuantas letras en las que te hundías.
Escúchame bien, pero haz oídos sordos a los otros, aquellos que te insultan y te gritan, que te rechazan por lo que eres. Escúchame bien, eres única, eres increíble, digan lo que digan los demás.
Y no llores por sus palabras, no te sientas mal cuando se rían de ti, porque tú sola eres capaz de escalar montañas, de llegar a lo más alto y clavar tu bandera entre las nubes. A lo mejor aún no lo sabes, a lo mejor aún hoy piensas que no vales, pero un día llegará alguien que te rescate y te haga sonreír con una sola mirada, alguien que sepa todo lo que vales. Un día llegará alguien que te vea perfecta, y entonces tú podrás creértelo también, y te darás cuenta de que todos los demás estaban
EQUIVOCADOS.


6 sept 2012

El mono que olvidó lo que era.

En medio de un Universo en silencio, los monos aprendieron a hacer fuego y creyeron que con él podrían alumbrar la felicidad, crearon la rueda y pensaron que ella les llevaría hasta el destino, inventaron la moneda y cayeron en las garras de la avaricia estando seguros de que se controlaban a sí mismos. El mono que aprendió a andar se hizo fuerte, ingenioso y hábil. Acabó con vidas por lujo y no por supervivencia, y sonrió con suficiencia hacia las especies que aún se escondían en la maleza. 
En medio de un Universo en silencio, los monos mataron para conservar el poder, reinaron sobre castillos imbatibles, se vistieron de seda a la espera de parecer más apuestos, pintaron cuadros sobre Dios para ganarse su perdón, descubrieron continentes y destrozaron ideales. El mono que aprendió a construir máquinas de vapor llegó lejos y decidió calzarse un bombin a la cabeza. Desarrolló enormes sistemas de mercado y movió números invisibles, construyó cohetes para ir a la Luna, y en el viaje creyó haber rozado con la punta de los dedos las estrellas, pero fue solo un sueño.
En medio de un Universo en silencio, los monos se olvidaron de lo que eran.
(Esa fue su perdición).

27 ago 2012

Huellas ínfimas y clones.

Todos somos iguales. Seres humanos que nacen sin quererlo, con una cara, una inteligencia y un físico que nadie nos dio a elegir, y pese a ello tenemos que aguantar los comentarios de otro sobre algo que es tan aleatorio como el futuro. Andamos el camino de la vida a tientas, con una venda en los ojos y la oscuridad del exterior, y nos dicen que hay que ser fuertes, ricos, famosos, inteligentes, guapos, que hay que estar a la altura del más alto y reírse del más bajo. Si no cumples los requisitos que la sociedad estipula estás perdido, si no brillas como ellos quieren, no eres nadie.
Todos somos iguales. Nacemos solos y morimos solos, y nadie nos acompaña ni en el antes ni en el después ¿Qué importa la vida si nadie nos recordará pasados unos cuantos años? ¿Para qué estamos aquí si el mundo va a seguir girando y nuestra huella será tan ínfima que ni con lupa podremos verla? ¿Por qué vivir si en la mayoría de ocasiones no sabemos de dónde venimos ni a dónde vamos?
En la vida, casi siempre hay más sufrimiento
 que felicidad, y no sé como cambiarlo.

13 ago 2012

Frágiles como el cristal.

"Me da miedo la enormidad,
donde nadie oye mi voz..."
Héroes del Silencio.

Cuando somos mayores echamos la vista atrás y nos damos cuenta de todos los errores que hemos cometido, y tras tantos años volvemos a llorarlos en silencio, allá dónde nadie puede vernos. Dicen que con el tiempo los recuerdos se olvidan, pero es mentira. Permanecen en la retina de nuestros ojos como fotogramas, el instante de un salto, los volantes del vestido ascendiendo hasta el cielo a lo Marilyn Monroe, una sonrisa de amor, o los ojos de perdición en los que podemos contemplarnos como espejos, y a través de los cuales vuelan los sentimientos. 
Hoy he mirado al presente a la cara y me he descubierto frágil como el cristal, andando a tientas en un mundo lleno de oscuridad, con los errores a las espaldas, el peso de las heridas incitándome a caer, llena de miedo hasta lo más hondo del corazón. Me he dado cuenta de que soy débil, y esa debilidad me hace vulnerable, imperfecta, y también sensible.
Pero pese a las lágrimas, a las equivocaciones, a las caídas, estoy aquí, viva, y aún quedan para mí nuevas sonrisas, ojos en los que perderme y monstruos de papel contra los que luchar.
(Pase lo que pase, venceré).

5 ago 2012

Los habitantes de Saturno.

Conozco a un tipo que es de Saturno. Aterrizó en mi jardín hace varias semanas, en una nave espacial igual a la de las películas, y me saludó con un "Buenos días, terrícola". Charlamos durante horas en las hamacas, con una limonada en los dedos, y me estuvo contando cosas de por allí.
Dice que en Saturno todo el mundo se lleva bien, se ayudan entre ellos, y las cosas se pagan con abrazos. Dice que no hay guerras, porque los problemas se solucionan con palabras, y que no entiende como los humanos podemos seguir vivos después de matarnos. "Sois peculiares, los terrestres. La única especie que acaba consigo misma por codicia". Dice que a través de los anillos de Saturno viaja la felicidad, y que si quieres cogerla tienes que perseguirla a través de los meteoritos. ¿Por qué no nos unimos a los habitantes de Saturno e intentamos atraparla?

Os he traído un relato un poco peculiar que espero que os guste. Sé que no me paso 
por los blogs, pero leo la mayoría de las entradas. Por último os digo: Por  favor,
que este mundo roto no estropee vuestras ganas de vivir ni de soñar. Siempre 
queda felicidad, aunque esté en los anillo de Saturno, y no aquí.

28 jun 2012

¿Cómo se deletrea felicidad?

La felicidad es un vapuleo de sentimientos que recorren tu espina dorsal y se cuelan por el estómago, el cerebro y el corazón. Se siente con un atardecer, al amparo de una luz tenue y cálida, con una sonrisa o con el abrazo de la gente a la que quieres. 
La felicidad es placer, es mordisquear un trozo de chocolate sin reparar en calorías ni grasas de más, es pensar que los huecos entre los dedos de la mano es para colocar otros y estrecharlos con fuerza. Y cuando cierro los ojos, y la oscuridad se apodera de mí, pienso en esos momentos felices, en esas imágenes guardadas en la retina como si se trataran de fotografías y sonrío. 
Estoy en casa.

19 jun 2012

Pam era tan pequeña y el mundo tan grande...

Pam esta harta de ansiar la perfección, porque sentía que, cuanto más tenía, más se ahogaba. Algo se asfixiaba dentro de ella, algo que le estrujaba los sesos y le creaba grandes nudos en el estómago. Así que un día se armó de valor y decidió que iba a probar. Probar a ver que pasaba cuando se rompían un puñado de normas, probar a no salir con todos los pelos perfectos a la calle, ni con la falda que se llevaba de moda. Porque estaba harta de fingir ser cosas que no era. Delante de sus padres fingía, delante de los profesores fingía, hasta cuando iba por la calle, dónde nadie la conocía, fingía ¿Y qué si no era guapa, o obediente, o no hacía lo que estipulaban todos? ¿Por qué tenía que aprenderse una lista de nombres de los que no sabía nada, o ser una falsa para triunfar? 
Pam prefería explorar en los universos por las noches, cerrar los ojos y escuchar las notas musicales de un millón de canciones, y que le relataran historias para que pudiera soñarlas. Pero no había nada de eso, y cuando despertaba tenía que ir al colegio, y escuchar una barbaridad de sandeces, y aprendérselas después, y por las tardes, cuando ya era libre, recordaba las palabras de unos cuantos superficiales y se miraba al espejo y se decía ¿Quién mierda soy?
Porque ni ella lo sabía.

24 may 2012

La página dónde quedan los recuerdos.

Zimbané vivía enterrada en un mundo de bibliotecas, alejada del cielo, de la tierra, de todo lo tangible. Hundía la nariz en la tinta del papel y cerraba los ojos a la espera de que las sensaciones subieran por toda su espina dorsal y estremecieran a su cerebro. Creía que en los libros se encontraba su felicidad y, en parte, estaba en lo cierto, pero estaba sola. Y la soledad nos vuelve amargados, apesadumbrados y locos. 
Sin embargo, un día Zimbané descubrió los rayos de sol sobre la piel, el aire rozando las mejillas y el beso del amor, y corrió fuera de aquella habitación oscura, dejando la silla vacía y el libro abierto por la página trescientos seis, dónde desde entonces se acumulan todos sus recuerdos.

9 abr 2012

El laberinto gris e interminable.

Y ahí estaba él, perdido en medio de toda esa niebla, con los ojos abiertos, pero vendados por las nubes que bajaban y besaban el suelo. Andaba de un lugar para otro, buscando una salida a tientas y tropezando con las paredes en la oscuridad, pero siempre caía en la misma piedra y el camino torcía, se doblaba como una serpiente que repta hacia su presa, giraba una y otra vez en espiral y daba con una pared de frente que le impedía el paso. 
El laberinto era como un enorme árbol lleno de bifurcaciones, y él siempre elegía las incorrectas y cada segundo se perdía un poquito más. Respiraba en la nada, en el desierto sin oasis, en la desolación de los que no saben hacia donde van, ni de dónde vienen.
Aún hoy, muchos como él siguen perdidos y gritan auxilio, pero ya nadie los escucha.

27 mar 2012

Laberintos y burbujas de cristal.

Después de tantos años, de tantas caídas, seguimos inmersos en nuestras propias burbujas de cristal. Parecemos locos incansables que se golpean contra las esquinas por diversión, que se adentran en laberintos de pensamientos equivocados para perderse e ignoran a los otros porque piensan que, con unas gafas tintadas de rosas, la realidad va a desaparecer. Y una vez que estemos aislados y no podamos gritar auxilio, cuando ya nadie pueda escucharnos, se abalanzarán sobre nosotros la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia y, ante todo, la soberbia. 
Al final, del ser humano no quedarán  más que restos.

22 mar 2012

Los cajones olvidados de la memoria.

Hay noches en las que no puedo dormir y me pongo a recordar. Entre las vigas del techo encuentro mi casa de la playa, las luces que había sobre la puerta y que, cuando se iluminaban, eran como los ojos de un gigante cuadrado que me observaba. Recuerdo que los días de arena y olas a mi abuela le gustaba sentarnos en el balcón de cenefas azules y blancas y nos daba la comida mientras contaba historia de gente que pasaba.
Entre las imperfecciones de la pared blanca hay más recuerdos. Recuerdos de una mochila pequeña en una silla que simbolizaban mi primer día de clase, los ojos azules de un niño que se chupaba el dedo por la calle, las luces parpadeantes de una bicicleta en la noche, una nube con forma de delfín en la carretera camino a casa. 
Y en las aspas del ventilador, el olor a chocolate de los domingos, el abrir y cerrar de una cremallera en un jersey hecho a mano, la sombra del vecino tras las cortinas haciendo de comer, el gesto de una sonrisa que aún guardo con cerrojos, meter la mano en el armario y tener la esperanza de tocar la nieve de Narnia, la sombra difuminada del carboncillo de mi abuelo sobre el papel, los ojos de Van Gogh en uno de sus cuadros y la textura de una colchoneta para saltos. 
Y miles de millones de recuerdos que siguen ahí, aunque yo no los vea, esperando a salir de los cajones olvidados de la memoria.

19 feb 2012

Y es que nadie le pone etiquetas a Pam.

Me llamo Pam, soy alérgica a las nueces, y no soporto a los falsos. Mañana cumplo trece primaveras, pero por mí como si cumpliera veinte, porque al mundo le da igual. Desde que nací, supe que nadie me impondría etiquetas, que nadie me impediría llegar a la cima y cumplir mis sueños. Ni el más astuto de los zorros podrá conmigo. Ni los zorros, ni las zorras. Mi música favorita es el jazz, y mi cantante, Bessie Smith. Amo a los Beatles y no soporto a Rihanna, ni a todos los que tratan de imitarla. Como hobbies, me decanto por leer bajo las sábanas, al amparo de una linterna medio gastada, e imaginando peripecias e historias acabo por cerrar los ojos y dormirme. Esa soy yo, esa es Pam, y si no te gusto siempre puedes mirar hacia otro lado.
La chica rubia sonrió a la clase vacía, estrujó el papel y lo tiró a la basura. "Una lástima" Se dijo mientras le pegaba un mordisco a su bocadillo "Que no se puedan decir estas cosas en la realidad, y al final tenga que escribir una redacción típica de mi edad, llena de rosas y bazofia". 

9 feb 2012

Camino por calles sin nombre.

La ciudad está enterrada en la derrota. Hundida hasta los tejados de tierra roja llena de prejuicios, las ventanas abiertas de par en par, con los cristales rotos y flores muertas en las repisas. Hay en el asfalto charcos de sangre y de envidia, nubes que bajan y en vez de rozar el cielo rozan el suelo, remolinos de aire como los que describía Clarín al inicio de La Regenta, que juguetean por las aceras y ascienden en las paredes llenas de escarcha y congeladas por el frío. 
El cielo está tan rojo que parece el infierno. De verdad, el maldito infierno.
Las personas ya no pasean por las calles, solo caminan con la mirada perdida y llena de nebulosas. Y como no los alaban, ni les sonríen, ni les prestan atención, los árboles han terminado desnudos y muertos, y los edificios son todos iguales, ladrillo y hormigón que ya nunca más se admirarán. Las catedrales se han caído -la tierra vuelve a la tierra-, se rajó el papel fibroso de los libros y hay abandonados juguetes en parques que huelen a óxido.

23 ene 2012

Estuviste en la vida, y la viviste.

Siento que me voy, que ya no queda nada de mí en este cuerpo. No hay imágenes en secuencia ante mi mente, no recuerdo mi vida, ni mis mejores momentos, ni los peores. Porque nada pasa ante mis ojos. Solo oscuridad. Una oscuridad que me traga y me lleva y me separa de lo que quiero en un para siempre que detesto.
Dicen que morir es más rápido que quedarse dormido, pero es mentira. El frío acude a ti, se mete por cada poro de tu piel y tu quieres estremecerte, pero no puedes. Porque algo te impide moverte. Porque algo te impide gritar. Y lo único que consigues lanzar son jadeos. 
Y al final, vienen a tu mente sus ojos y ya hay calma. Los ojos de las personas a las que amas, de todos aquellos que te llorarán, y comprendes que estuviste en la vida, y la viviste, y eso es ya más que suficiente. Recuerdas entonces aquel momento cuando llegaste al mundo y eras tú el que lloraba, mientras que los demás sonreían felices a tu alrededor llenos de gloria. Sí. Ese momento es único, al igual que este en el que te vas, cuando son los demás los que lloran, pero tu sonríes. Porque sabes que, mientras latas en los corazones de los demás, estarás vivo. 

3 ene 2012

La abuela Tat y la música llena de historia.

Con la música de ese piano aprendí a andar. Me apoyaba en una de sus patas oscuras y daba pasos cortos en busca de alcanzar el rostro de mis seres queridos, de imitarlos para poder entrar en su círculo y no tener que quedarme apartada en un lugar desolado de la habitación. Aprendí a escuchar, y los oídos se abrieron como libros y dejaron que la música entrara y embargara mis sentimientos y se los llevara lejos de mí porque no pude pagar el último mes por falta de sonrisas. Con la música de ese piano aprendí a recordar, a ver esos instantes perfectos de mi pasado que jamás podría borrar de mi mente, y de mano de Mozart, de Bach, del gran Beethoven tocados por la abuela Tat en las teclas puras y blancas viajé a mundos en los que ya había estado, pero a los que me moría por regresar. Y aprendí a amar, a llorar, a susurrar, a recapacitar, a vivir, a soñar.
Pero la abuela desapareció, y cuando yo ya era mayor tiraron el piano por miedo a los recuerdos, como si ellos pudieran hacerles daño, el banco embargó la casa y viajamos lejos, para huir de algo que nos perseguiría hasta el infinito y más allá. Y mi dolor era más grande que toda la tierra, el mar y el cielo juntos, porque cuando las cosas nos hacen felices pensamos que serán para siempre.
Y solemos equivocarnos.

2009-2017. Todos los derechos reservados a Ali Alina.