Echo de menos salí e ir pal parque de los perdigones
con la Vicky, a comer pipas. O pasar debajo del arquito de la Macarena, tirando
pa San Luis a buscarme a la Julia. En San Luis también está la Revo, con la
puerta tapiá diciéndome que ya no podré aprender más cosas entre esas paredes
okupas. Luego tiro palante y llego a casa de la abuela, a llevarme un par de
besos y bollito de leche.
Otras veces me viene el Andrés desde Triana, y nos
recorremos filosofando tol Guadalquivir y luego a sentarnos en un banquito de
la Alameda, sabiendo que me voy a encontrá a mi hermana y a volverme a casa con
ella a las tres de la madrugá por la calle Feria porque a ella no le gusta
tirar por mis calles xicas.
Ar dia siguiente voy con la mama pal centro, y le
cuento mis dramas pa que me escuche con paciencia, y después nos recoge el
papa, que no podía salir antes porque estaba metio en una pila de libros. Nos
sentamos en la esquinita de Barqueta y les reflexiono la vida mientras
comparten las cervezas.
En el centro, al laito de las Setas, me meto en Bellas
Artes con mucha nostalgia, me bajo a los sótanos pintaos, a los debates de arte
en las puertas del baño, y me queo sentaita en el patio saludando a la gente al
pasar. Y a la vuelta esta recién cerrá pa siempre mi librería favorita, y el
Mercao huele a pescao y a flores.
Y ya en el kelo, antiguo patio de vecinos con fachá
blanca, me tiro en el suelo y miro dos pisos parriba, a la montera, donde por
er día está la sombra del toldo de la azotea y por las noches me reflejo. Y mi
tortuga Lechuguita asoma la cabeza y yo le arrasco, porque sé que le gusta.
Sevilla, niña mía, que me hueles distinta al resto del
mundo y ay
Ay como echo de menos mi kasa.