Uno y dos... de nuevo cuento como el tiempo vuelve... los relojes no hacen más que tic, tac.. de nuevo. Un mundo suspendido en una era que se mueve por el sonido de las manillas.
Relojes suspendidos allá en el cielo que a su vez hace de techo. Uno y dos... de nuevo cuento como el tiempo vuelve... esta vez aparecen también en las farolas, en las paredes de las casas por las que escalas las plantas. Veo miles de ellos, con agujas y sin ellas, con números y sin nada... también los hay más extraños, tanto que apenas puedo posar mi vista más de un segundo en uno. Debo añadir pues, que también los tenemos de todos los colores y variopintos, un estupendo mundo de relojes que de nuevo y con fervor hacen una y otra y otra vez tictac... sin cansarse, persistente... el mundo de los relojes es fascinante, en serio... el suelo es de cristal, y debajo hay miles de minuteros y segunderos insonorizados, que no acompañan a nada, solos. En el centro de este mundo, un árbol donde sus ramas acaban en relojes de todas formas. Sus raices siguen por debajo del cristal.
Y en un mundo así, es como si el tiempo estuviera parado, yo misma maravillada, perfectamente estupefacta, con la boca abierta. De verdad no sé ni siquiera que hora es.