28 jun 2010

Rojo, azul y un poco de amarillo

¡Pero qué guarrada! ¡Toda la nariz salpicada de azul!

-Ya empieza otra vez -suspira Matisse-. Es Pollock con sus cuadros de salpicar. No me gusta que la gente salpique de pintura a mis señoras.

Le guiña un ojo a Oda que está mirando como las pinturas vuelan por la habitación: Rojo, Azul y un poco de Amarillo. ¿De verdad se puede manchar tanto cuando se pinta?

Bjorn Srtland y Lars Elling
Rojo, azul y un poco de amarillo

Observamos el cuadro. Retazos de conversaciones pasan por mi mente, sin que yo apenas me de cuenta. Entrecierro los ojos y no soy capaz de diferenciar lo real de lo imaginario. Son todo manchas, como si el pintor hubiera jugado a manchar de miles de colores. Tu lo miras y no hay nada. Puntos y pintura corrida, como si hubiésemos esparcido tempera en un papel blanco.
Aunque quisiera pararme y observar todos los lienzos, alguien tira de mí y oigo crujir la tela de mi manga. Maldita impaciencia. Si ellos tienen prisa que se vayan ¡adiós! que se vayan...
Las prisas. No quieren demorarse, no se paran a observar el arte. Les corroe las ganas de salir corriendo, de huir del saber. ¿Pero que ocurre?
De nuevo esa habitación... de olores orientales, en la que tuvo lugar la conversación. Con paredes pintadas de rojo, azul y tal vez, pero solo tal vez, un poco de amarillo.

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