21 jun 2010

Blanco y negro azulado

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En la vida de Margueritte no existe el silencio, ni las lágrimas, ni la lluvia gris que te deja mojada. La radio suena de fondo con música antigua de beatles. En el sofá de un cuarto rosa palo, alguien sueña con nubes blancas, esponjosas, que casi se pueden llevar a la boca.
Margueritte sostiene un libro entre sus manos, alzado en la oscuridad de la habitación. Una luz se cuela por una rendija de una puerta mal entornada.
La luna se ha caído
y su luz ilumina la estancia.
Margueritte cree oir un sonido de fondo, casi un ruido, que rompe la tranquilidad y la paz, cual cristales partidos en miles de pedazos. Se levanta bruscamente, y el sillón retoma su forma anterior, como si el peso de la mujer le hubiese dejado retorcido, reducido. Abre la puerta. La luz nos descubre una habitación ancha, cuya cama ocupa el centro de la estancia. Telas de lino y cortinas livianas fingen la inexistencia de ventanas.


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