4 ene 2011

Memorias de un cuaderno teñido de verde.


No quiero escuchar más a Peter Pan ni a sus cuentos de hadas. Odio que me digas que te quiero y suenen a palabras vacías y huecas. No puedo soportar las mañanas porque ya no huele a mantequilla con tostadas y porque los gritos ascienden hacia el cielo y se desvanecen entre las nubes. 

La abuela Tan escribe todas las noches, cuando el mundo se ha ido a dormir y nadie puede verla. Algunas veces le inspira la Torre Eiffel, otras el mar en calma que se ve por su ventana. A la abuela Tan le gusta desahogarse en las letras y dejarlo todo plasmado en papeles de una libreta verde que esconde en la funda de la almohada. Si su marido la descubriese (letras rebeldes entintadas) no le quedaría ni para secarse las lágrimas. 
Cuando él se va a trabajar sale de casa enconvarda, con la toquilla negra y una bolsa de cuero que le regalaron por la primera comunión y que aún conserva. Se mezcla entre la hierba alta del prado y tumbada sobre el mantel de cuadros escribe y escribe hasta que se le agotan las palabras.

En el Homenaje bloggero de María he salido 
tercera en los votos y el premio era una
 entrada de la que estoy muy orgullosa. Click.

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