Yo conozco a una princesa que se llama Katapúm!, pero que ni es guapa, ni joven, ni rica ni nada. Y como no es nada, Katapúm! no recibe peticiones de matrimonio, ni va a rescatarla a su castillo príncipes rubios, altos y apuestos. Por ello, la princesa se ha formado una coraza de cristal y se ha escondido allí para que los que se asomen por su morada no puedan verla. Pero su escudo, cómo ella, es transparente y frágil, aunque no quiere darse cuenta, así que ha decidido que no va a tenerle miedo a nada. Cuando se asoma a la ventana y ve todos los bosques y las montañas que se extienden a su alrededor sueña con atravesarlos, y ni siquiera un estremecimiento le recorre la espalda porque, en su lecho de cuatro paredes, ha aprendido a ser valiente.
Katapúm! la invencible, la llamaban, hasta que un día llegó una cabellera oscura, unos ojos grises y una sonrisa perfecta y lo cambiaron todo en dos minutos. En solo dos minutos.
Katapúm! la invencible, la llamaban, hasta que un día llegó una cabellera oscura, unos ojos grises y una sonrisa perfecta y lo cambiaron todo en dos minutos. En solo dos minutos.
(Como podéis imaginar, de la coraza de cristal no quedaron más que restos).