30 jun 2010

Madame Bouly


- ¿Tu que crees?- le pregunté a Rob esa mañana, girando mi rostro.
- Yo creo que no- Me respondió él, y sonrió de nuevo. Éramos amigos desde la infancia. Todo lo que había que hacer, todas las trastadas, las hacíamos juntos. Fruncí el ceño y me pregunté el porqué de su respuesta, de su desconfianza. No había nada que temer, era un juego más, uno como otro cualquiera. Ahora, ambos estábamos tumbados sobre el césped, el sol casi quemaba mi piel tostada.
- Apuesto a que sí-.
- Apuesta lo que quieras- tenía demasiada paciencia, y pocas ganas de discutir. Puede que esa fuera una de sus cosas buenas, o una de sus cosas malas. Justo lo contrario a mí. -En realidad, no sé ni porque hago esto.
La cuerda se tensó en ese momento. Sí, en todos los sentidos. Me refiero a la cuerda real y también a la imaginaria.
Doña Madame calló al suelo, los zapatos de Dolce & Gabana manchados de barro, un anillo de oro a punto de caer en la alcantarilla, sombrero de paja con flor desgarrada. Un chillido. Mi risa. Una voz.
- Malditos gamberros.
Madame Bouly.
- Te dije que iba a funcionar - sonreí, pero nadie estaba a mí lado. Recordé sus palabras "yo creo que no" y supe entonces que no se refería a esto.
Dos medias naranjas, una negra, otra blanca...

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