25 sept 2010

Lienzos abstractos y verde oliva

"Adam pulula de aquí para allá todo el día, pero nunca sale de su casa.  Decoran las paredes grandes lienzos de dibujos abstractos que nadie comprende. La pared salpicada, como si miles de cubos de pintura hubiesen caído sobre ella bruscamente. Más que suciedad, más que dañar a los ojos, los colores han pasado a formar parte de la decoración del lugar y ahora recogen conversaciones con cigarrillos en las manos, besos y caricias e incluso secretos susurrados en voz baja.
     Adam arrastra las zapatillas que un día le regaló su madre y que aún no ha tirado por pena y porque tienen acumulados demasiados recuerdos. Lleva boina cuando quiere, aunque a veces se le cae y ni siquiera se da cuenta. No va con camisas de rayas rojas y blancas, ni tiene bigote negro peinado con gomina. Tampoco lleva pantalones ajustados ni tiene acento francés. Pero todos saben que es un artista.
     Adam canta canciones en la ducha recién inventadas, cena solo a base de ensaladas y de tarros de mermelada amarga y bebe agua porque dice que lo que menos destaca suele ser, siempre, lo más sano. No le gusta dibujar bodegones porque dice que pintar la realidad es algo absurdo y lleva siempre un pincel manchado de verde oliva en el bolsillo exterior de su chaqueta. Ha reemplazado la cortina por papeles de periódico con letras de imprenta y manchados de café. No usa posavasos ni manteles porque cree que no le merece la pena. Come a ratos, a veces una magdalena y otras una manzana que hay en la frutería de debajo de su casa. En su vida no hay rutina diaria, se levanta y se acuesta cuando quiere pero nunca llega tarde al trabajo.
     Adam es un desastre, sí, pero es Adam. Y no hay nadie como él. 

Este es el fragmento de una historia que estoy escribiendo ahora,
es algo peculiar y no se estructura como una novela
 normal, eso es todo lo que  puedo decir hasta ahora de ella. 

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