Madurar cada día un poquito más, con tiernos deseos en cada amanecer. Tocar notas en el piano que hay en el salón, junto a la chimenea y las flores rojas que recogimos en el campo esta misma mañana.
Nos dijeron una vez que éramos de esos de corazones hondos y palabras llenas.
Darnos besos color carmesí y miradas azules en primavera. Esperar en las noches de luna llena, en la mecedora, leyendo novelas escritas a manos, escuchando nanas hechas con el alma. Es tan corta la vida y tan grande las ganas de llenarla...
Nos dijeron una vez que éramos de esos que siempre tienen esperanza -y abrazos para regalar escondidos en los bolsillos de las chaquetas largas-.