17 oct 2010

Hemos tirado (las ganas de llorar) por la ventana.

Fuimos a la tienda de antigüedades y compramos relojes de segunda mano que daban mal la hora, así el tiempo no existiría y podríamos hacer lo que nos diese la gana. 
La volkswagen roja, ese rojo chillón y escandaloso que yo te dije que pusieras (y lo pusiste, tardaste pero lo pusiste), el colchón caro que tuvimos que ir a buscar a la tienda y que cargamos en una vaca invisible. Recuerdo que fui yo la que busqué la colcha de estampados que tan poco te gustaba. 
No queríamos sumirnos en una rutina diaria. 
Reíamos y salíamos las noches del sábado, sin miedo, sin peligros, estudiábamos en la pequeña mesa de cristal el uno frente al otro, y al final, de tanto mirarnos, tú te ibas a la cocina y yo al dormitorio. 
Pensamos que las cosas buenas nunca cambiarían, que nuestro estado de amor y de felicidad sería el mismo para siempre y que cada mañana nos despertaría la respiración acompasada del otro.
Ahora somos una pareja más, con nuestro pequeño espacio en el mundo, con un apartamento en el centro de la ciudad y un coche con el que llevamos la compra a casa. Los relojes de segunda mano han sido arreglados, hemos crecido y ahora cada uno se centra en sus trabajos. Las noches de primavera son solo noches y los cuadros cosas para decorar. Es cierto que la vida pasa, que las cosas cambian... 
Pero nosotros hemos tirado las ganas de llorar por la ventana. 

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