29 mar 2010

Y fue la primavera de aquellos años...

Es tan fácil saltar al son de una música invisible, insonora... bailar sonriendo y riendo, con los ojos entrecerrados, llevándonos mal con el dolor. Con los pies descalzos corriendo, pisando los pétalos rosas del cerezo.


Creyéndonos perfectos y únicos, soplando a las flores, viendo mecerse las hojas por el viento, hacia la derecha y hacia la izquierda, por ese suelo verde que solamente nosotros podemos ver. ¿Cual es la verdadera identidad de la felicidad?


Y ahora me siento sobre la tierra, al lado de un millar de flores. Cojo la arena entre mis dedos y dejo que el viento se la lleve, quedándosela para él, en su propiedad. A mi no me importa, ya no. Ahora tengo más cosas de las que puedo disfrutar, nadie me impedirá ser feliz en estos tiempos, nadie...


Quedaba atrás el frío invierno, los abrigos de lana y las bufandas rojas impidiéndonos hablar, dejándonos solos con la nieve y con la crueldad. Yo no maldigo al amor, solamente siento que tú en aquella primavera fuiste algo más que un rostro que me salvo de la oscuridad. Yo no sabía que tu amor escondía esta enorme felicidad.


Yo sé quien eres, ya no escucho tu voz, ya no me siento triste, ahora solamente siento el sol brillar con fuerza sobre mi piel, dejándome exhausta y sonriente en un mundo lleno de colores.

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