11 jul 2010

Blanco y negro violáceo

Gracias por los 42 seguidores (hay dos que no se ven arriba). Muchos besos, de verdad. Ya que querían una cuarta parte de esto, allá va. Para la , para la , para la ...
-Alicia Alina va pensando una quinta parte...-

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David se arrellana en su asiento. Suspira. Margueritte le mira confundida, le toma de la mano y nota el pulso acelerado que llega desde su corazón, un boom boom, continuo.

- La señorita me ha dicho que si quiero participar en el campeonato de natación. Será el viernes, este no, el siguiente- aclara, sonriendo- e irán muchísimas personas.

Margueritte sonríe y se siente orgullosa. Orgullosa no por ella, si no por las oportunidades que ha ella nadie pudo blindarle. Claro que acompañará a su hijo a la competición, claro que gritará y dará enormes saltos de alegría. Claro que hará fotos y se las enseñará a todos sus amigos. Como cualquier madre hace con su hijo. ¿Por qué debía de ser ella diferente? Estaba cansada de arrastrar una familia que, durante mucho tiempo, había creído rota, de ver llorar a su hijo y de verse llorar a ella delante del espejo. Lágrimas cristalinas resbalaban por su piel. ¿Por qué debía de ser ella diferente a las demás madres que acompañaban a sus hijos a la escuela? ¿Era acaso, por sus caderas, o por sus faldas, o por su rostro- bendita juventud-? ¿Era por no tener arrugas en la piel, ni unos labios pálidos, ni unos ojos cansados?

- No te preocupes, cariño. Ese viernes lo tengo libre. Si quieres te llevo en coche.

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