9 oct 2010

Tengo sonrisas y marionetas encerradas en cajas de cartón.


Se aproxima el invierno y la lluvia repiquetea contra mi cristal. 
Escribo con lápiz de grafito historias que nadie debería contar, sueños que deberían guardarse en baúles llenos de polvo, escondidos en la buhardilla. El tiempo allá fuera parece congelado y las manillas del reloj se han parado a las doce y cuarto. Ya no suena ningún tic, tac. No recuerdo las tardes de abril ni las flores de pétalos rosados. Hace tiempo que el color del verano se desvaneció y los colores fríos reemplazaron a los cálidos. 
La nieve cae
sobre el techo rojo
de esta casa con fachada blanca. 
Lo que siento y lo que digo lo guardo en tarritos de cristal con tapas de chapa que he conseguido de la mermelada que tengo en los armarios de la cocina. Tengo también sonrisas y marionetas de esta vida encerradas en cajas de cartón, que tienen escrito a bolígrafo negro palabras extrañas que espero no olvidar nunca
porque son tan bonitas
que me hacen llorar. 

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