4 dic 2010

La chica del paraguas azul (8)

Eva abrió la puerta de su piso. El calor que le había infundido el chocolate se le había subido a los mofletes, que parecían cubiertos por capas y capas de maquillaje. La bufanda azul le calentaba los labios y Max no podía parar de mirarla. Ella no se daba cuenta.
Era como entrar en un mundo diferente. Las paredes color añil daban calma y los cuadros, colocados en desorden, causaban una pintoresca impresión difícil de definir. Se quedó parado en el portal, con varios copos de nieve pegados en el gorro y el abrigo desabrochado. 
- No es mucho, pero he intentado hacerlo mío, personalizar hasta el último detalle.
Sin duda lo había conseguido. 
Max entró después de titubear durante unos segundos, mirando anonadado a su alrededor, intentando no perder el más mínimo detalle de lo que le rodeaba. Era como estar metido en una obra de arte. 
- La casa es... es genial. Me encanta- parecía nervioso.
- ¿En serio? Nadie hasta ahora me había dicho nada de ella- Eva la mira de nuevo, como si tuviese que observarla bien para cerciorarse de que lo que el chico dice es cierto. Después se encoge de hombros-puede que la gente solo diga las cosas cuando están mal, para fastidiar. O puede que, simplemente, no se hallan dado cuenta. 
- Pues entonces la gente esta ciega- murmuró Max, maravillado y asombrado.
- O puede que no vean lo que no quieren ver- y sonrió, sabiendo que había dado en el clavo. 

I,II,III,IV,VIV, IIV

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