Quién es esa, la chica del paraguas azul?"
¿Cuales son sus sueños?
¿Qué es lo que oculta?
Cuando la realidad se convierte en irrealidad y los sueños en pesadillas aparece ella... y todo lo que conociste deja de existir.
***
Se encontraba allí, tras la caja, acompañada por un tocadiscos antiguo del que salía música clásica que nadie querría escuchar. Max se acercó al mostrador temblando y carraspeó, intentando llamar la atención de ella y del hombre que, dado la vuelta, buscaba un detergente en la estantería.
- Buenas-musitó, en voz baja y nervioso- buscaba algo de comer...
- Puedes comer muchas cosas-masculló el hombre, dándose la vuelta. Las arrugas surcaban su rostro y sus ojos verdes reflejaban cansancio. Rió de su propia gracia absurda- busca lo que quieras, muchacho, pero rápido, que hay clientes esperando.
- Abuelo- la voz cantarina de la chica hizo que Max se estremeciera. Las palmas de la mano le empezaron a sudar- así vas a espantar a todos los clientes- sonrió- no sabes más que decir palabrotas y tratas a la gente como palos de fregona. Tú sigue que yo le atiendo. Sé lo quiere.
El hombre la miró de soslayo y dirigió la vista hacia el siguiente cliente mascullando algo por lo bajo. Max se echó hacia la derecha para no molestar a los demás clientes. El pie seguía un ritmo invisible.
- Así que sabes lo que quiero ¿eh?- jugueteó, intentando que no se le notara el sonrojo.
- Sí- fue precisa- sé que quieres un buen chocolate caliente, aquel del supermercado parece que no te hizo mucho efecto, aunque tal vez no lo encontraste.
- No me lo tomé- se mordió el labio inferior. Al menos se había acordado. Intentaba encontrar las palabras exactas, pero cuanto más se esforzaba más en blanco se quedaba- Soy Max- se presentó, intentando sacar un tema de conversación.
- Yo soy Eva- le tendió la mano y él se la estrechó. Tenía la piel suave y lisa- encantada. Hay una cafetería cerca de aquí, allí ponen unos chocolates buenísimos. Yo aún no he merendado.
- Yo tampoco ¿Me puedes decir dónde? Creo que es justo eso lo que necesito.
- No hace falta, yo te acompaño.
- ¿Tú me acompañas?- vaciló, aún sin creérselo. Aquello parecía un cuento de hadas- estupendo.
- Sí, estupendo.
Definitivamente, se había enamorado de aquellos ojos verdes.