11 feb 2011

¿Por qué no jugamos a ser adultos?

Y estaría gracioso pintarnos la cara de rojo con la barra de labios que te compraste en el supermercado. Vestirse de negro con mayas blancas y unas botas altas que ni siquiera tienen color. Ver en blanco y negro, como en la antigüedad, y quedarnos atascados en el tiempo.
Se han vuelto a poner de moda las minifalda y los abrigos largos. Las bufandas púrpuras que no pegan con nada. Los negros para hacernos más delgados y tres de  la madrugada sin regresar a casa. Romper las normas como si fuésemos rebeldes y gritar y gritar y gritar que no queremos. Llorar de amor y morir de rabia. 
Besar y desear (con ganas o sin ganas). Mojarse los labios con tinto de verano y otras historias raras. Enumerar palabras: idiota, negro, cielo, loco, interminable, hora, risa, ordenador, mentiras
Librarnos de las responsabilidades aunque al final, siempre acabemos con ellas en medio de la mañana. Coger una borrachera, no saber regresar a tu casa. Hablar del último con el que dormiste o la última con la que te liaste. Criticar a las espaldas y en las narices. Fastidiar a los demás. A tus amigos. A ti mismo. Avanzar dos pasos y retroceder cuatro. Decir no me ralles cuando no me entero de nada.
Al fin un futuro que de verdad tiene ganas de cambiar el mundo.
Aunque solo sea
para joderlo
aún más.

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