8 may 2011

Cigarettes IV

Alma y Dean no quieren que empieces por el final.

Alma abrió los ojos -casi como platos- y sonrió. Sonrió tanto que al final aquellos sonidos se convirtieron en carcajadas e inundaron toda la habitación. Dean, sin entenderlo, seguía plasmado en la puerta, desafiante, tenso, revelador de su propio secreto. 
- Pero que tonto que eres - se tapó la boca con la mano y gimió. Varias lágrimas cayeron por sus mejillas, pero se las secó antes de que resbalaran por el mentón - ay Dean, ay Dean... - repitió, mirándolo a los ojos - ¿de dónde te he sacado yo? 
El chico se acercó a ella sin entender lo que ocurría y se encogió de hombros vacío en palabras. 
- No entiendo Alma, lo siento pero no entiendo nada. 
La chica abrió la boca, pero el sonido de alguien en la puerta hizo que ambos giraran la cabeza. Una réplica de Alma fumaba mirándolos. Llevaba los ojos pintados de negro y parecía rebelde, mucho más rebelde que su hermana. Un chico apareció a su lado y los miró.
- He venido a recogerla, le prometí un día en la playa después de tantos meses fuera de la ciudad. 
Dean miró a Alma, que aún sonreía con lágrimas en los ojos. La chica se llevó una mano a la boca y soltó otra carcajada. De repente, todo era tan claro como el agua. Aquella era la hermana gemela de Alma y el chico de su lado el recibidor de sus besos.
- ¡Y yo que me preguntaba quien se había tomado mi tazón de cereales! - exclamó Alma, sonriendo.
Todo aquello había quedado, por suerte, en una terrible confusión.

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