Toda mi vida he estado buscándote en cada gesto, en cada esquina y bajo las mesas del bar que hay en frente de mi casa. Pero ni allí te he encontrado. Entre las cosas que busco, están tus ojos azules como el mar, tu pelo rizado lleno de dorados y castaños y tus abrazos, que son más cálidos que un atardecer. Agachó la cabeza cada dos segundos porque pienso que estás entre las piedras, o en la hierba que crece en los adoquines y que ahora se torna más mustia que nunca. Pero no estás. Nunca estás. A ver si algún día de estos me tropiezo contigo por el camino, y nos fundimos en un beso de esos de película que tanto nos enamoran.