Pam esta harta de ansiar la perfección, porque sentía que, cuanto más tenía, más se ahogaba. Algo se asfixiaba dentro de ella, algo que le estrujaba los sesos y le creaba grandes nudos en el estómago. Así que un día se armó de valor y decidió que iba a probar. Probar a ver que pasaba cuando se rompían un puñado de normas, probar a no salir con todos los pelos perfectos a la calle, ni con la falda que se llevaba de moda. Porque estaba harta de fingir ser cosas que no era. Delante de sus padres fingía, delante de los profesores fingía, hasta cuando iba por la calle, dónde nadie la conocía, fingía ¿Y qué si no era guapa, o obediente, o no hacía lo que estipulaban todos? ¿Por qué tenía que aprenderse una lista de nombres de los que no sabía nada, o ser una falsa para triunfar?
Pam prefería explorar en los universos por las noches, cerrar los ojos y escuchar las notas musicales de un millón de canciones, y que le relataran historias para que pudiera soñarlas. Pero no había nada de eso, y cuando despertaba tenía que ir al colegio, y escuchar una barbaridad de sandeces, y aprendérselas después, y por las tardes, cuando ya era libre, recordaba las palabras de unos cuantos superficiales y se miraba al espejo y se decía ¿Quién mierda soy?
Porque ni ella lo sabía.