Conozco a un tipo que es de Saturno. Aterrizó en mi jardín hace varias semanas, en una nave espacial igual a la de las películas, y me saludó con un "Buenos días, terrícola". Charlamos durante horas en las hamacas, con una limonada en los dedos, y me estuvo contando cosas de por allí.
Dice que en Saturno todo el mundo se lleva bien, se ayudan entre ellos, y las cosas se pagan con abrazos. Dice que no hay guerras, porque los problemas se solucionan con palabras, y que no entiende como los humanos podemos seguir vivos después de matarnos. "Sois peculiares, los terrestres. La única especie que acaba consigo misma por codicia". Dice que a través de los anillos de Saturno viaja la felicidad, y que si quieres cogerla tienes que perseguirla a través de los meteoritos. ¿Por qué no nos unimos a los habitantes de Saturno e intentamos atraparla?
Os he traído un relato un poco peculiar que espero que os guste. Sé que no me paso
por los blogs, pero leo la mayoría de las entradas. Por último os digo: Por favor,
que este mundo roto no estropee vuestras ganas de vivir ni de soñar. Siempre
queda felicidad, aunque esté en los anillo de Saturno, y no aquí.