Escena de la película UP.
Me gustaba montarme en el tren cuando no sabía que hacer. Cogía una mochila roja llena de cosas absurdas y me la colgaba a la espalda (así llevaba un pedacito de mí para no perderme). Pagaba el billete sin prisas y esperaba sentada en aquellos asientos incómodos a la vera del andén.
Después me montaba en uno de ellos, siempre junto a la ventana, para poder observar el exterior desde dentro de un vagón desierto. Colocaba la botella de agua fría en el posabrazos de la silla y esta se agitaba sin llegar a caerse. Sacaba del bolso un cigarro medio consumido y daba pequeñas caladas, viendo salir el humo y esparcirse por la habitación. Pegado a la puerta de salida, un cartel que rezaba "sala de no fumadores". Eran las doce de la mañana aquí y la una en casa.
Recordaba a las muñecas de trapo que atábamos a globos de miles de colores y soltábamos en el cielo de las mañanas de marzo, antes de que la lluvia se apoderara de todo, antes de que los recuerdos volvieran a florecer con la primavera. El otro día, camino de casa después de volver del trabajo, me encontré a una de ellas colgada de un poste de madera. Una niña intentaba cogerla.
Te gustaba montarte en el tren cuando no sabías que hacer. Ahora que no estás tus recuerdos y tu vida se han mezclado con la mía de repente.
Y no sé si quiero quitármelos de encima.