17 abr 2011

Cigarettes II

Dean sintió como algo le recorría por dentro. Un tormento de sensaciones, de palabras, de lágrimas en los ojos. Se quedó quieto durante un tiempo indefinido hasta que el nudo en su pecho desapareció, dejando paso a un vacío que lo dejó inválido, a punto de caer. Nunca tendría que haber llegado a aquella puerta, nunca tendría que haber dejado que aquella tormenta de sentimientos entrara dentro de él. Se lo había cuestionado muchas veces, preguntado hasta la saciedad, había robado casi todo su tiempo, suspiros y quitado el sueño, pero ya tenía la respuesta, y la respuesta era no. 
Nunca había sido capaz de reconocerlo, y pese a que iba de duro por la vida, atrayendo a todas las mujeres del mundo con aquel pelo crespo y los pañuelos blancos, era tímido, oculto en sí mismo, incapaz de dejar que los sentimientos dieran muestra alguna en su rostro. Para no mirarla mientras estaba con él, para no soñar con cosas imposibles (la negatividad era su signo característico) se refugiaba en libros, aunque casi nunca leía, cerraba los ojos y no hablaba, porque si lo hacía estaba seguro de que el "te quiero" saldría de sus labios. 
Y ahora la espada clavada en su pecho, los ojos anegados en lágrimas, paralizado como si hubiese sido convertido en piedra, observaba tras el marco de la puerta sin que nadie reparara en él. Se sentía mal, fatal, porque allí estaba Alma.
Estaba Alma besando a otro. 

¿Quieres conocer a Alma y a Dean? Mejor empezar por el principio.

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