No recuerdo el momento exacto en el que Caleb
dejó de sonreír. Por mi mente sólo se dignan a aparecer imágenes sueltas, esas
que se quedan grabadas ahí y no son capaces de irse [...]. En mi caso, la imagen es un día de nieve,
ni tan siquiera una mota de suciedad en el ambiente. Los abetos, las casas, el río congelado, la hierba de la pasarela, el
puente, las carreteras, el puesto de Holly y los jardines. Sí. La imagen que se quedó grabada en mi mente fue un día de nieve
blanca, limpia, perfecta y pura. Ella y la sombra de alguien en medio de
aquel mundo como si la ceniza se
hubiese levantado, creando una figura humana.
Yo jugaba tranquilamente junto al puente. Formaba pequeños
muñecos de nieve que después destrozaba con los guantes. No reparé en la figura
hasta que se acercó a mí. La paz que sentía se fue
de repente y huyó donde yo no fui capaz de alcanzarla. Alcé la
cabeza, tiritando. Recuerdo los siguientes movimientos como fotografías: el hombre se agacha, sonríe de forma desmesurada, se quita el
sombrero y me hace una pregunta [...] Sin responderle, me levanté costosamente y le indiqué el camino a
casa. Apenas me di cuenta
de que por la calle las personas se paraban, nos miraban y acto seguido
cuchicheaban entre ellas. Poco después, muy poco, supe porque razón lo hacían.
En casa, mamá
cocinaba trozos de pollo en una cacerola oxidada. Cuando llegamos nos miró a ambos. Sus ojos verdes, aterrorizados, pasaron del hombre a mí y viceversa. Corrí a mi cuarto, llena de frío y, poco después, oí las voces. Las voces
y los gritos. Aún hoy los oigo, el latido de mi corazón
desenfrenado. Tardaron un rato en encontrarle. Le había dado tiempo a
esconderse bien. Tardaron un
rato, pero lo encontraron.
Nor no era mi padre, pero cuando desapareció tras
la puerta sentí una punzada de dolor en el estómago, sentí como me escocían
los ojos y poco después no pude ver más que siluetas, manchas de colores [...]
De ese día recuerdo la nieve blanca. El bien.
Recuerdo como los niños hicieron muñecos de nieve aquella misma tarde, que días después el sol salió y lo derritió absolutamente todo, y el mundo
volvió a ser de color. Recuerdo de ese día me quedé encerrada en casa, tumbada en la moqueta. Muerta. Vacía por dentro.
Recuerdo que ese día lloré, lloré tanto que se me gastaron las lágrimas y desde entonces nadie ha visto
una en mi rostro. Recuerdo el rostro pétreo de mi madre, la mirada perdida de mi
hermanastro y, por encima de todo, recuerdo aquel traje negro, aquel traje
marchito, aquella mustia sonrisa que ahora no quiero más que olvidar.
Maldito Diciembre de 1934*.
*desde 1933 hasta 1945 reinó en Alemania la ideología y el régimen nazi.