18 jul 2011

Recuerdo la nieve pura y blanca.

No recuerdo el momento exacto en el que Caleb dejó de sonreír. Por mi mente sólo se dignan a aparecer imágenes sueltas, esas que se quedan grabadas ahí y no son capaces de irse [...]. En mi caso, la imagen es un día de nieve, ni tan siquiera una mota de suciedad en el ambiente. Los abetos, las casas, el río congelado, la hierba de la pasarela, el puente, las carreteras, el puesto de Holly y los jardines. Sí. La imagen que se quedó grabada en mi mente fue un día de nieve blanca, limpia, perfecta y pura. Ella y la sombra de alguien en medio de aquel mundo como si la ceniza se hubiese levantado, creando una figura humana.
Yo jugaba tranquilamente junto al puente. Formaba pequeños muñecos de nieve que después destrozaba con los guantes. No reparé en la figura hasta que se acercó a mí. La paz que sentía se fue de repente y huyó donde yo no fui capaz de alcanzarla. Alcé la cabeza, tiritando. Recuerdo los siguientes movimientos como fotografías: el hombre se agacha, sonríe de forma desmesurada, se quita el sombrero y me hace una pregunta [...] Sin responderle, me levanté costosamente y le indiqué el camino a casa. Apenas me di cuenta de que por la calle las personas se paraban, nos miraban y acto seguido cuchicheaban entre ellas. Poco después, muy poco, supe porque razón lo hacían. 
En casa, mamá cocinaba trozos de pollo en una cacerola oxidada. Cuando llegamos nos miró a ambos. Sus ojos verdes, aterrorizados, pasaron del hombre a mí y viceversa. Corrí a mi cuarto, llena de frío y, poco después, oí las voces. Las voces y los gritos. Aún hoy los oigo, el latido de mi corazón desenfrenado. Tardaron un rato en encontrarle. Le había dado tiempo a esconderse bien. Tardaron un rato, pero lo encontraron.
Nor no era mi padre, pero cuando desapareció tras la puerta sentí una punzada de dolor en el estómago, sentí como me escocían los ojos y poco después no pude ver más que siluetas, manchas de colores [...]
De ese día recuerdo la nieve blanca. El bien. Recuerdo como los niños hicieron muñecos de nieve aquella misma tarde, que días después el sol salió y lo derritió absolutamente todo, y el mundo volvió a ser de color. Recuerdo de ese día me quedé encerrada en casa, tumbada en la moqueta. Muerta. Vacía por dentro. Recuerdo que ese día lloré, lloré tanto que se me gastaron  las lágrimas y desde entonces nadie ha visto una en mi rostro. Recuerdo el rostro pétreo de mi madre, la mirada perdida de mi hermanastro y, por encima de todo, recuerdo aquel traje negro, aquel traje marchito, aquella mustia sonrisa que ahora no quiero más que olvidar.
Maldito Diciembre de 1934*. 

*desde 1933 hasta 1945 reinó en Alemania la ideología y el régimen nazi.

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