Después de tantos años, de tantas caídas, seguimos inmersos en nuestras propias burbujas de cristal. Parecemos locos incansables que se golpean contra las esquinas por diversión, que se adentran en laberintos de pensamientos equivocados para perderse e ignoran a los otros porque piensan que, con unas gafas tintadas de rosas, la realidad va a desaparecer. Y una vez que estemos aislados y no podamos gritar auxilio, cuando ya nadie pueda escucharnos, se abalanzarán sobre nosotros la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia y, ante todo, la soberbia.
Al final, del ser humano no quedarán más que restos.