9 abr 2012

El laberinto gris e interminable.

Y ahí estaba él, perdido en medio de toda esa niebla, con los ojos abiertos, pero vendados por las nubes que bajaban y besaban el suelo. Andaba de un lugar para otro, buscando una salida a tientas y tropezando con las paredes en la oscuridad, pero siempre caía en la misma piedra y el camino torcía, se doblaba como una serpiente que repta hacia su presa, giraba una y otra vez en espiral y daba con una pared de frente que le impedía el paso. 
El laberinto era como un enorme árbol lleno de bifurcaciones, y él siempre elegía las incorrectas y cada segundo se perdía un poquito más. Respiraba en la nada, en el desierto sin oasis, en la desolación de los que no saben hacia donde van, ni de dónde vienen.
Aún hoy, muchos como él siguen perdidos y gritan auxilio, pero ya nadie los escucha.

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