Volvería a Ámsterdam entre canales de agua dulce y bicicletas al borde de la extinción. Sería caminar sobre las casas de grandes ventanales con un ojo puesto en el paisaje y otro en los chicos de gorro en la cara. Allí, si suspiras, el viento congela tus problemas y se los lleva lejos, donde las nubes los tapan. Olor a madera, amor y algo de marihuana.
(Ojalá besarte entre sus calles de casas altas y descompasadas)