7 nov 2012

El silencio de la habitación 316.

El hospital huele a hospital. Hay ruedas de silla debajo de la gente, o gente encima de la silla de ruedas, lo mismo es, andando de un lugar a otro como si compitiesen por ver quien tiene más problemas. Los médicos andan de aquí para allá con blusas anchas, plasticosas y verdes, y en los pies unos zapatos que solo son dignos de llevar si los oculta un mostrador. El hombre avanza por el pasillo y ve que las luces se reflejan en el suelo. Sabe que si chupara el mármol sabría a limpio. Se estruja las manos mientras espera al ascensor, se limpia el sudor en los pantalones y nota el relieve de los bolsillos traseros arañandole la piel. No sabe porque están ahí, ya que no los usa (ni nadie introduce las manos en ellos, porque se ha quedado solo). Planta 1. Planta 2. Planta 3. Esa es la suya, pero por si no lo recordaba una voz de mujer se lo anuncia a través de un micrófono invisible. Se abre paso entre el vacío de los pasillos desiertos y agudiza el oído, pero solo hay silencio, eso y los latidos de su corazón en un tun tun apresurado. Encuentra la puerta, la 316 con números dorados, y pone la mano en el pomo. El sudor se queda pegado en el frío metal y desaparece. 

28 oct 2012

El olor superviviente de las lavandas.


Lee escuchando a peces de fondo.

La habitación está bañada por una luz suave que se cuela entre las cortinas, ondeantes por el viento ladrón que entra por las ventanas. Las paredes son blancas ahora que están expuestas al sol, pero en las sombras que se crean por las esquinas adquieren tonos oscuros que ocultan los desperfectos del tiempo. Toco con la yema de los dedos la pintura agrietada y al inspirar el olor a viejo se apodera de todo mi cuerpo. También hay un leve aroma a lavanda por las flores del patio, un cuadro vivo tras el marco de la ventana, llenos de morados que bailan de un lado a otro mecidos por la brisa. Arrastro los dedos por la pared siguiendo el camino sinuoso de una grieta y entierro las uñas hasta tocar el cemento seco tras ella. Algunas migajas se me quedan pegadas y tengo que limpiarlas en el pantalón. 
La habitación está vacía, y solo un espejo de cuerpo entero me mira apesadumbrado desde la esquina derecha del dormitorio. Tiene polvo por las cuatro esquinas y una araña lo ha tomado por hogar, pero me veo reflejada en él y recuerdo una noche muchos años atrás, mi reflejo en ese mismo espejo diez veces más joven, con la silueta alta de mi madre tras mí, abrazándome por la espalda y diciendo que todo saldría bien. Si ese espejo arañado y vencido por el tiempo pudiera hablar contaría mil y una historias de lo ocurrido en la cama frente a él, las noches de estudio en la mesilla con la luz del flexo encendida, y lágrimas, y sonrisas, y a través de él el patio en el que una niña hacía de avión corriendo de un lado a otro, donde alguien se mecía en una maca y en el vaivén del movimiento bajaba los brazos y tocaba las lavandas que aún hoy, resecas, siguen desprendiendo olor, sin ser capaces de morir como lo hace el resto del mundo.
Si cierro los ojos, recuerdo las voces del fondo del pasillo, las galletas de la abuela crujiendo en la boca de algún goloso, el agua rebosando el fregadero, el sonido de las zapatillas de mi madre corriendo por el pasillo y el momento de la noche cuando mi padre llegaba a casa, cerraba la puerta con cuidado creyendo que estábamos dormidos, y nosotros saltábamos las escaleras de dos en dos porque habíamos estado callados, esperando con los ojos abiertos hasta oír ese clack que anunciaba su llegada, una noche tras otra. 
Pero cuando abro los ojos la habitación está vacía, el suelo de madera sosteniendo mis pies, reposando en silencio durante tantos años, y si me miro al espejo solo veo una mujer que dejó de ser la niña que hacía aviones en aquel patio hacía mucho tiempo. Aún así, no importan ni el silencio, ni el polvo, porque solo importa una cosa. Y es que, después de tantos años, estoy otra vez en casa.

11 oct 2012

La revolución de los sumisos.

No nos callaran. Gritaremos revolución por las esquinas, alzaremos banderas sin color, blancas como la cal, rascacielos de esperanza que arañen a las nubes, y nos quitaremos la venda de los ojos que con tanto afán quisieron cubrirnos. Levantaremos las manos y recordaremos que seguimos aquí, al pie de la montaña, que somos la base de aquellos que creen no necesitarnos, que sin nosotros no serían nada, y que ese monte sobre el que se alzan victoriosos está sostenido por cada uno de los seres a los que pisotean y hacen morder el polvo para poder ganar más. Siempre más. 
Si quieren coronas de oro, se las daremos de espinas. 
Si quieren sumisión, les daremos REVOLUCIÓN.

30 sept 2012

Alguien que te vea perfecta.

Recuerdo cuando te miraban y decían que no entendían tu forma de ser, criticaban tu cabello, tu ropa y te escupían a la cara. Esos ojos de hiena clavados en tu médula, los murmullos entre ellos, una media sonrisa de superioridad. Todo lo que te hizo tanto daño y te hizo creer que estabas por debajo de ellos. 
Has crecido arropada entre desilusiones, cayendo cuando te levantabas, y soportando bajo ti la losa de unos estereotipos que nunca fueron contigo. Porque eras demasiado gorda, demasiado callada, porque no salías los viernes noche y te quedabas bajo la cama al amparo de unas cuantas letras en las que te hundías.
Escúchame bien, pero haz oídos sordos a los otros, aquellos que te insultan y te gritan, que te rechazan por lo que eres. Escúchame bien, eres única, eres increíble, digan lo que digan los demás.
Y no llores por sus palabras, no te sientas mal cuando se rían de ti, porque tú sola eres capaz de escalar montañas, de llegar a lo más alto y clavar tu bandera entre las nubes. A lo mejor aún no lo sabes, a lo mejor aún hoy piensas que no vales, pero un día llegará alguien que te rescate y te haga sonreír con una sola mirada, alguien que sepa todo lo que vales. Un día llegará alguien que te vea perfecta, y entonces tú podrás creértelo también, y te darás cuenta de que todos los demás estaban
EQUIVOCADOS.


6 sept 2012

El mono que olvidó lo que era.

En medio de un Universo en silencio, los monos aprendieron a hacer fuego y creyeron que con él podrían alumbrar la felicidad, crearon la rueda y pensaron que ella les llevaría hasta el destino, inventaron la moneda y cayeron en las garras de la avaricia estando seguros de que se controlaban a sí mismos. El mono que aprendió a andar se hizo fuerte, ingenioso y hábil. Acabó con vidas por lujo y no por supervivencia, y sonrió con suficiencia hacia las especies que aún se escondían en la maleza. 
En medio de un Universo en silencio, los monos mataron para conservar el poder, reinaron sobre castillos imbatibles, se vistieron de seda a la espera de parecer más apuestos, pintaron cuadros sobre Dios para ganarse su perdón, descubrieron continentes y destrozaron ideales. El mono que aprendió a construir máquinas de vapor llegó lejos y decidió calzarse un bombin a la cabeza. Desarrolló enormes sistemas de mercado y movió números invisibles, construyó cohetes para ir a la Luna, y en el viaje creyó haber rozado con la punta de los dedos las estrellas, pero fue solo un sueño.
En medio de un Universo en silencio, los monos se olvidaron de lo que eran.
(Esa fue su perdición).

27 ago 2012

Huellas ínfimas y clones.

Todos somos iguales. Seres humanos que nacen sin quererlo, con una cara, una inteligencia y un físico que nadie nos dio a elegir, y pese a ello tenemos que aguantar los comentarios de otro sobre algo que es tan aleatorio como el futuro. Andamos el camino de la vida a tientas, con una venda en los ojos y la oscuridad del exterior, y nos dicen que hay que ser fuertes, ricos, famosos, inteligentes, guapos, que hay que estar a la altura del más alto y reírse del más bajo. Si no cumples los requisitos que la sociedad estipula estás perdido, si no brillas como ellos quieren, no eres nadie.
Todos somos iguales. Nacemos solos y morimos solos, y nadie nos acompaña ni en el antes ni en el después ¿Qué importa la vida si nadie nos recordará pasados unos cuantos años? ¿Para qué estamos aquí si el mundo va a seguir girando y nuestra huella será tan ínfima que ni con lupa podremos verla? ¿Por qué vivir si en la mayoría de ocasiones no sabemos de dónde venimos ni a dónde vamos?
En la vida, casi siempre hay más sufrimiento
 que felicidad, y no sé como cambiarlo.

13 ago 2012

Frágiles como el cristal.

"Me da miedo la enormidad,
donde nadie oye mi voz..."
Héroes del Silencio.

Cuando somos mayores echamos la vista atrás y nos damos cuenta de todos los errores que hemos cometido, y tras tantos años volvemos a llorarlos en silencio, allá dónde nadie puede vernos. Dicen que con el tiempo los recuerdos se olvidan, pero es mentira. Permanecen en la retina de nuestros ojos como fotogramas, el instante de un salto, los volantes del vestido ascendiendo hasta el cielo a lo Marilyn Monroe, una sonrisa de amor, o los ojos de perdición en los que podemos contemplarnos como espejos, y a través de los cuales vuelan los sentimientos. 
Hoy he mirado al presente a la cara y me he descubierto frágil como el cristal, andando a tientas en un mundo lleno de oscuridad, con los errores a las espaldas, el peso de las heridas incitándome a caer, llena de miedo hasta lo más hondo del corazón. Me he dado cuenta de que soy débil, y esa debilidad me hace vulnerable, imperfecta, y también sensible.
Pero pese a las lágrimas, a las equivocaciones, a las caídas, estoy aquí, viva, y aún quedan para mí nuevas sonrisas, ojos en los que perderme y monstruos de papel contra los que luchar.
(Pase lo que pase, venceré).

5 ago 2012

Los habitantes de Saturno.

Conozco a un tipo que es de Saturno. Aterrizó en mi jardín hace varias semanas, en una nave espacial igual a la de las películas, y me saludó con un "Buenos días, terrícola". Charlamos durante horas en las hamacas, con una limonada en los dedos, y me estuvo contando cosas de por allí.
Dice que en Saturno todo el mundo se lleva bien, se ayudan entre ellos, y las cosas se pagan con abrazos. Dice que no hay guerras, porque los problemas se solucionan con palabras, y que no entiende como los humanos podemos seguir vivos después de matarnos. "Sois peculiares, los terrestres. La única especie que acaba consigo misma por codicia". Dice que a través de los anillos de Saturno viaja la felicidad, y que si quieres cogerla tienes que perseguirla a través de los meteoritos. ¿Por qué no nos unimos a los habitantes de Saturno e intentamos atraparla?

Os he traído un relato un poco peculiar que espero que os guste. Sé que no me paso 
por los blogs, pero leo la mayoría de las entradas. Por último os digo: Por  favor,
que este mundo roto no estropee vuestras ganas de vivir ni de soñar. Siempre 
queda felicidad, aunque esté en los anillo de Saturno, y no aquí.

29 jul 2012

El viento de París.

Desde pequeño había soñado con viajar. Recorrer un millón de continentes, visitar todos los museos del mundo, todos los monumentos, admirar la Torre Eiffel desde abajo, dar vueltas sobre sí mismo, cerrar los ojos y disfrutar del viento de París. Se imaginaba en Nueva York, rodeado de altos edificios que le hacían cosquillas al cielo y conseguían que riera, subiendo en ascensor, con las manos pegadas al cristal y el vaho en el vidrio, el mundo a su alrededor quedándose pequeño, pequeño, muy pequeño.
Soñaba con agarrarse a las alas de un avión y hacer surf entre las nubes, con andar con zuecos y hablar mil idiomas. Enamorarse de una italiana, y pasear en góndola cantando una buena canción, mientras ella lanzaba carcajada que se perdían entre Abril y Septiembre.
Y despertó, y las nubes, aviones, torres y góndolas desaparecieron por la ventana.
(Adiós).

18 jul 2012

Sus imperfecciones la hacían tan hermosa...

Me gustaban sus pies pequeños, y su boca grande. El miedo que sentía a la oscuridad, cuando se aferraba a mi brazo y se mordía los labios y buscaba refugios escondidos en mis sonrisas. Lo mal que cantaba, y los versos tan hermosos que contenían sus notas rotas, las frases que lanzaba al aire y dejaba escapar para aquel que quisiera escucharlas. Limpiábamos las casas el sábado tarde en vez de ir a discotecas y ella agarraba la fregona -micrófono privado-, saludaba a su público y empezaba a hablar de cosas tan bonitas como la soledad. 
Me gustaban sus ojos de princesa, tan brillantes que eran cómo farolas en la oscuridad, e iluminaban mis sombras cuando el sol se había ocultado tras las montañas. Sus curvas sinuosas en las que te perdías como si fueran un tobogán, el collar de conchas que se hizo el Sábado 13 cuando fuimos de excursión a la playa y acabamos fundidos con los peces debajo del agua.
Me gustaban sus suspiros de chica apurada, su pelo cayendo a cascadas, cuando arrugaba la nariz y las pecas se perdían entre los pliegues, y los besos que mandaba a la Luna cuando creía que nadie la miraba.
Porque me enamoré de sus imperfecciones, 
y aún hoy el corazón me late al recordarlas...

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