25 jun 2013

Nubes sobre Ámsterdam.

Volvería a Ámsterdam entre canales de agua dulce y bicicletas al borde de la extinción. Sería caminar sobre las casas de grandes ventanales con un ojo puesto en el paisaje y otro en los chicos de gorro en la cara. Allí, si suspiras, el viento congela tus problemas y se los lleva lejos, donde las nubes los tapan. Olor a madera, amor y algo de marihuana.
(Ojalá besarte entre sus calles de casas altas y descompasadas)

17 jun 2013

Carta a todas tus cadenas.

Hoy publico dos entradas por teneros tanto tiempo en silencio. Siento mucho cómo  se me va la cabeza, aquí tenéis compensación. (Por favor, no obviéis la una por la otra, las dos están hechas con el mismo amor):

¿Puede alguien oírme?
Estoy en el fondo de la oscuridad, allí donde guardáis las discusiones y los malos recuerdos. Tengo frío, estoy desnuda y además se me empieza a gastar la voz.
Me conocéis. Estoy segura de que me conocéis. Dejarme aquí es cómo abandonar vuestro último halo de vida, la poca esperanza que os quedaba. Querría llorar, pero nunca he tenido lágrimas. Y si las tuviese, ya se habrían gastado.
Venid a rescatarme, por Dios.
No creo que pueda aguantar mucho más.

Fdo: La Libertad.

Diccionario de contracorriente.

Vivir. intr. 1) Verbo consistente en cambiar las cosas y pintar constelaciones en la piel de la persona a la que amas. Cuando levantas la cabeza y ves a los demás siempre piensas que son mejores que tú, pero te equivocas. No se trata de sonreír las veinticuatro horas del día, o de hacerlo todo bien, siempre perfecta y erguida. Se trata de equivocarse. De hacer las cosas mal, tantas veces que de caerte se te desoyen las rodillas. Y si lloras, está bien. Joder, eres humano, no pueden pretender que seas fuerte como un roble (porque hasta los más altos caen). Vivir consiste en mirar hacia dónde va la corriente e ir en contra de ella, porque solo los peces muertos la siguen.

14 abr 2013

Echémosle la culpa a la luna.

Te llamé a las cuatro de la mañana para ver si estás bien, porque soñé que morías. Nunca hay que fiarse de las pesadillas, pueden hacerse realidad. Tu teléfono comunicaba. Me dolía el corazón y tuve que repetirme que todo iba bien cuatrocientas cincuenta y tres veces. A la sexta llamada descolgaste. 
-¿Qué coño haces, Mar?
-Quería oír tu voz para asegurarme de que estabas bien.
Te enfadaste conmigo por despertarte. Me dijiste que no pensaba las cosas. Que creerme los sueños era cosa de palurda. Que ahora no podías dormir. Y después nos quedamos hablando durante horas. Yo feliz y tú vivo. Vivo.

27 mar 2013

El lugar donde falta el oxígeno.

Abrió el compartimento de la nave, estrellas titilando sobre sus ojos. El corazón (boom boom en el pecho) estaba a punto de salírsele del cuerpo. Oía los latidos con claridad en el silencio del inmenso universo. Echó un vistazo hacia abajo, sus pies sobre la negrura de lo incierto y su hogar a la altura del zapato. El mundo se veía tan pequeño y vulnerable desde aquella perspectiva...
Pensó en saltar y dejarse flotar lejos, lejos para que no pudiesen encontrarlo.

25 mar 2013

Pasar el resto de la vida contigo.

Mechones de pelo suelto en un moño apresurado.
Los latidos del corazón 
(en una habitación en silencio).
Arrodillarse sobre la madera.
Extender la mano derecha.
Una caja en la palma.
Las arrugas que se forman con las sonrisas.
El crujir de una silla al levantarse.
Dos cuerpos que se abrazan.
Dilataciones de pupilas.
Cerrar los ojos cuando te
levanta en vilo y
girar el anillo de oro
en el dedo corazón.
-Sí, claro que sí.

18 mar 2013

El arquero de las calles de Nueva York.

Tenía los ojos grises de su madre, aunque no la conocía. Corría más rápido que mil y un leopardos, pero no por ello había escapado de las garras de la policía, -las sirenas de fondo como banda sonora de su vida-. En la cárcel estuvo dos veces, encerrado entre cuatro paredes frías como el hielo y oscuras como la noche, con la cabeza gacha, los codos sobre las rodillas y las manos hundidas en el pelo azabache. Le llamaban Robin Hood. Vestía camisetas de segunda mano y robaba manzanas en el mercado. Manzanas y pan y gorras y dinero de la caja. No había piedad en su mirada, pues más de una vez le habían partido el labio inferior por dudar de sus enemigos, ni inocencia en su cuerpo, elástico y lleno de heridas. Ayudaba a aquel que lo necesitara, al menos hasta que lo cogieron por tercera vez y lo plantaron frente al jurado. (Ahora, espera su sentencia).

3 mar 2013

Carreteras hacia tu boca.

Cogen el 600 de George y viajan por las carreteras sin un rumbo fijo. Sara, en el asiento de atrás, se ve reflejada en el espejo retrovisor. Tiene los labios pintados de rojo y unos ojos tan azules como el mismísimo mar. "Vayamos a un lugar lejos de aquí y no regresemos jamás" dice entre susurros, y su voz se mezcla con el solo de guitarra que sale de la radio. George le da la mano. Conduce con la otra. En los labios tiene un cigarro apagado hace más de media hora y que le ha llenado los pulmones de cáncer mortal. 
Pararán en la próxima estación de metro, harán el amor en un motel, tomarán palomitas y café y luego regresarán a casa con los pelos despeinados, la ropa puesta del revés y marcas de besos en el cuello. 

1 mar 2013

Canciones de amor que suenan a ti.


Notas musicales.

Escuchar canciones de amor me recuerda a ti. Nos veo danzando sobre el asfalto, bailando al ritmo de un vagabundo que toca algo de los Rolling Stones. Y esa mirada que me lanzaste al besarnos en el mismo lugar donde nos conocimos meses atrás. Cuando me abrazas y cierras los ojos y cierro los ojos y aspiro el aroma de tu piel y me siento completa. Tu mano dos centímetros más grande que la mía, palma contra palma. Tumbarse sobre la hierba uno al lado del otro y mirar las estrellas, y de solo recordar el momento llorar. Yo te dije que aquellos astros de luz eran todas las personas que habíamos perdido, y tú los señalaste con la mano, buscando a aquellos que querías. Sonrío cuando recuerdo ese beso debajo del agua, y las despedidas de más de quince minutos en la que nos separábamos, andábamos hacia atrás mirándonos a los ojos y volvíamos el uno junto al otro. Cogerme en vilo como si fuera una pluma. El helado que acabó en tu nariz y el sabor de tus besos. La falta de oxígeno en tus ausencias. El zoológico cuando te veo llegar a lo lejos, y tus besos al aire que guardo en una jaula de sueños.
Pase lo que pase, no olvidaré lo que nos ocurrió. Te lo prometo.
Te lo prometo.

17 ene 2013

Las pastillas asépticas de Dean.

Dean cogió las pastillas blancas de encima de la mesa y las sostuvo frente a sus ojos. Eran frías y asépticas, llenas de componentes mudos que le causaban dolores de estómago. No le gustaban. Sabían a medicina.
Se alisó los pelos. Después de conducir de aquella forma, las canas se le habían ido para atrás y parecía un motorista de los años sesenta, con la barba sin afeitar y el cabello agitado por el viento. Will (sentado tras  él) le había dicho que acelerara, pero cuando le paró la policía porque corría demasiado de nada le sirvió decir que el hombre causante de aquello estaba a su espalda. El tipo se había esfumado cuando señaló la parte trasera de la moto, ni rastro de él en todo el trayecto.
Tiró las pastillas por la ventana -un buen regalo para el vecino de abajo- y oyó como se hacían añicos contra el suelo de mármol. Una vez, hacía muchos años, vio como una niña se tiraba desde un balcón y se partía en trocitos también, como la porcelana. Ni rastro de sangre, solo una vasija rota que nadie reclamó. Pobre.
-Cariño ¿te has tomado las pastillas? -le gritó su mujer desde la cama.
¡Claro que no se había tomado las pastillas! Pero aquel secreto solo lo sabía él. Él y el hombre de cara pálida del salón, que lo observaba frente al televisor todas las noches mientras veía una película de tiros.

2009-2017. Todos los derechos reservados a Ali Alina.