Mostrando entradas con la etiqueta tiempo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta tiempo. Mostrar todas las entradas

13 mar 2011

Trece inviernos más.

Dicen que trece es el número de la mala suerte y que los gatos negros son signo de brujería. 
Que tú vives la vida en blanco y negro y yo en color.
Desde pequeños -a ti y a mí- nos ha gustado sentarnos en el balcón de casa de la abuela y mirar las estrellas como los poetas, para poder inspirarnos en ellas y construir poemas. Eran tu nariz arrugada, tus grises ojos entornados, el hipérbaton que utilizaba de vez en cuando, el asíndeton de ritmo apresurado y las mentiras piadosas para esconder realidades que a ninguno de los dos nos gustan. 
Estábamos en la habitación vacía del fondo de la casa, donde solamente hay cortinas blancas y un espejo en el que nos hacíamos fotos con los gorros de lana que Nani nos había tejido. 
Y después de tanta infancia, de tardes de amor abrazados y rezando nuestro propio santuario, tropezando con cada piedra del camino y levantándonos de nuevo, te das cuenta de que el pasado es como un día nublado y de que hay tantas cosas que no podemos ver que tienen que operarnos de miopía. 
Ya no consigo recordar como he llegado hasta aquí, ni como me sentaba en los inviernos fríos delante de la estufa.
...

21 feb 2011

Por la boca muere el pez


Blowing_bubbles_by_aquasixio_large
Imagen de AquaSixio.

Hay en la boca del pez un anzuelo y cuatro cuartos de sal marina.
La infinidad del océano le traiciono de repente, le capturaron las redes del barco proa allá en lo alto y lo subieron a la superficie angosto y pobre de líquido. Su oxígeno se evaporaba poco a poco.
Hay en la boca del pez un anzuelo y tres cuartos de sal marina.
Aleteaba. El agua volvía a ser agua. Había escamas verde y plata que se movían con una música que nunca llegó a existir de verdad y que luchaban por algo más. Un centímetro y medio de aire en la mañana.
Hay en la boca del pez un anzuelo y dos cuartos de sal marina.
No había olas en el mar, el barco en lo hondo del horizonte, lleno de rayos de sol que empezaba a esconderse por la periferia y a convertir objetos en contornos y manchas negras.
Hay en la boca del pez un anzuelo y un cuarto de sal marina.
Queda la mirada perdida más pero es menos lo que sentía. Anoréxico en medio de redes que dejaban marcas y el agua bajando por la superficie, desprendiéndose del cuerpo como la vida. Vano esfuerzo, ni respirar ni ardor ni cuerpo. 

Cogieron al pez por la cola y lo metieron en un cubo y lanzaron de nuevo el anzuelo. 
El pez dejó de ser pez. Ahora el viento se-lo-lleva.

11 feb 2011

¿Por qué no jugamos a ser adultos?

Y estaría gracioso pintarnos la cara de rojo con la barra de labios que te compraste en el supermercado. Vestirse de negro con mayas blancas y unas botas altas que ni siquiera tienen color. Ver en blanco y negro, como en la antigüedad, y quedarnos atascados en el tiempo.
Se han vuelto a poner de moda las minifalda y los abrigos largos. Las bufandas púrpuras que no pegan con nada. Los negros para hacernos más delgados y tres de  la madrugada sin regresar a casa. Romper las normas como si fuésemos rebeldes y gritar y gritar y gritar que no queremos. Llorar de amor y morir de rabia. 
Besar y desear (con ganas o sin ganas). Mojarse los labios con tinto de verano y otras historias raras. Enumerar palabras: idiota, negro, cielo, loco, interminable, hora, risa, ordenador, mentiras
Librarnos de las responsabilidades aunque al final, siempre acabemos con ellas en medio de la mañana. Coger una borrachera, no saber regresar a tu casa. Hablar del último con el que dormiste o la última con la que te liaste. Criticar a las espaldas y en las narices. Fastidiar a los demás. A tus amigos. A ti mismo. Avanzar dos pasos y retroceder cuatro. Decir no me ralles cuando no me entero de nada.
Al fin un futuro que de verdad tiene ganas de cambiar el mundo.
Aunque solo sea
para joderlo
aún más.

30 ene 2011

Anestesia

Me perdí en el mapa de tu piel y caminando encontré recuerdos, frases ingeniosas e imágenes que se iban tan rápido como venían, el conejo de Alicia en el País de las Maravillas, que corría demasiado deprisa. Encontré (también) dos nubes de algodón rosa, purpurina gris guardada en botecitos de madera, papeles arrugados con el verbo Be acompañado de miles de palabras distintas. Be you. Be happy, notas y cuadernos, estuches llenos de lápices de madera, lobos con fauces abiertas, una cámara gastada que guardaba instantáneas. Pájaros de papel, cometas hechas a mano, un punto y aparte, una lista interminable de nombres inventados y de momentos especiales -para ti, solo para ti-. 
Me encontré  todas tus amigas de la calle 13, a los coches que tuviste, a los taxis en los que te montaste. Encontré unos ojos canela y un mar sin agua, una playa llena de turistas y una regla rota. Dos palmeras torcidas, un dibujo inacabado, un corte de manga, un corazón de plastilina y once muñequitos de papel.
Me encontré a mi. Pero no a ti. 
Ni a nadie ni a nada que de verdad quisieras.

15 ene 2011

Tropecientas mil primaveras más

Marylin ha guardado en el bolsillo trece piruletas con sabor a fresa, siete tarritos de mermelada y galletas con leche merengada. Tiene en la mochila tazas de porcelana de todos los viajes que ha realizado y cuadernos llenos de postales y de letras que relatan sus historias.  Ha viajado a más de cincuenta países y nunca se está quieta en ningún lugar. Lleva consigo un paraguas a rayas que se compró una tarde lluviosa en Dublín por si acaso el agua le pillaba desprevenida y cree que la nieve es una capa de tierra que llega cuando hay cosas que enterrar. A Marylin le gustan las cosas interrumpidas. Que halla. Muchos. Puntos. Y ninguna. Coma. Maneja a la perfección quince idiomas entre los que se encuentran el inglés, el francés, el español, el portugués, el italiano, el alemán y el de las sonrisas.
Ahora se tiene de nuevo que marchar y está haciendo las maletas. En  este viaje ha habido pocos puntos y alguna que otra coma, pero no está enfadada (porque ha conocido a alguien especial). Y, aunque ya llegue el verano y tenga de nuevo que emigrar, el recuerdo de las tardes y de las flores quedará en su mente para siempre. Aquella primavera ha amado, ha soñado, ha gritado, ha creado historias bajo la luna y ha...
creído, por un momento, que podían llegar a ser realidad

14 nov 2010

Tus recuerdos están guardados en globos de colores (junto a mí).

Escena de la película UP.

Me gustaba montarme en el tren cuando no sabía que hacer. Cogía una mochila roja llena de cosas absurdas y me la colgaba a la espalda (así llevaba un pedacito de mí para no perderme). Pagaba el billete sin prisas y esperaba sentada en aquellos asientos incómodos a la vera del andén. 
Después me montaba en uno de ellos, siempre junto a la ventana, para poder observar el exterior desde dentro de un vagón desierto. Colocaba la botella de agua fría en el posabrazos de la silla y esta se agitaba sin llegar a caerse. Sacaba del bolso un cigarro medio consumido y daba pequeñas caladas, viendo salir el humo y esparcirse por la habitación. Pegado a la puerta de salida, un cartel que rezaba "sala de no fumadores". Eran las doce de la mañana aquí y la una en casa. 
Recordaba a las muñecas de trapo que atábamos a globos de miles de colores y soltábamos en el cielo de las mañanas de marzo, antes de que la lluvia se apoderara de todo, antes de que los recuerdos volvieran a florecer con la primavera. El otro día, camino de casa después de volver del trabajo, me encontré a una de ellas colgada de un poste de madera. Una niña intentaba cogerla. 

Te gustaba montarte en el tren cuando no sabías que hacer. Ahora que no estás tus recuerdos y tu vida se han mezclado con la mía de repente. 
Y no sé si quiero quitármelos de encima. 

3 nov 2010

Le había contado tantas veces las pecas de la cara...

Sentados uno frente al otro, se observaron durante varios minutos y sus miradas pobladas de sentimientos se cruzaron como tantas otras veces. Los tranvías pasaban ante ellos y algunos se paraban, vomitando a gente de bufandas largas, abrigos negros y gorros de lana.

True quería ver aquellos ojos oscuros, aquel cabello negro y liso, aquella sonrisa atrevida y esas ganas de vivir por vivir, de gritar. Le gustaban sus uñas largas, como cruzaba las piernas y la forma que tenía de tocarse un mechón que se había escapado de su peinado perfecto. 
Lie quería quedarse observando durante tiempo indefinido, con las agujas de los relojes parados y oyendo solo su respiración acompasada. Las nubes pasaban sobre ella y los tranvías rojos parecían no querer recogerlos nunca. Le había contado tantas veces las pecas de la cara que lo sueños parecían reflejarse en cada una de ellas. 
El aire 
y el tiempo 
decidieron 
pararse 
de repente.

24 oct 2010

Desconexión.

Las olas de la playa me recordaban a caracolas huecas que inundaban mis oídos. La arena se arrebujaba entre los dedos de mis pies descalzos y el tiempo parecía haberse parado de repente. En aquellos momentos, podíamos permitirnos decir cosas tan idiotas como te quiero. Aislados del mundo, nos sentamos uno a la vera del otro y vimos la puesta de sol acurrucaditos, pecho contra pecho, corazón contra corazón, alma contra alma. La vida nos sonrió indecisa.

El teléfono está apagado o fuera de cobertura.
Por favor, deje su mensaje después de oír la señal.
Gracias.

24 ago 2010

Ni en el blanco de los ojos (3)

Nora Wells es una viejita que siempre está sentada a la puerta de la chocolatería las tardes de invierno. Lleva por abrigo una toquilla que ella misma se ha cosido y se mece sin prisas, hacia adelante, hacia atrás... Hace punto mientras inventa vidas. Aquel hombre que pasa corriendo seguro que tiene prisas porque llega tarde al trabajo. Su mujer no le ha despertado de la siesta debido a que ayer tuvieron una pequeña discusión y andan bastante enfadados. Su hija había llegado después de un largo viaje a Nueva York (cosas del negocio) y fue la que lo despertó. 
Aquella de las enormes gafas de sol es una pija arruinada. Se gastó todo el dinero que tenía en una enorme mansión a las afueras de la ciudad y en chalecos de pieles que resultaron ser falsas. Le gustaría comprarse un buen coche para no tener que ir caminando a todos lados, pero apenas le queda para sobrevivir al día a día. 
Cuando termina el jersey para su hija se levanta sin ayuda y se encamina hacia su casa. Sube las escaleras y ve como el sol se empieza a poner. Un bonito atardecer desde la ventana de su dormitorio mientras alguien toca el piano en el piso de abajo.
Mi, do, re, sol, la, do...
Sin prisas, con pausa.

Jessica Swan tiene un buen trabajo de abogada en el centro de la capital. Entre sus idas y venidas ha conocido a un muchacho cuyo nombre se le viene cada dos por tres a la cabeza. Llega del trabajo a las dos de la tarde, deja las llaves sobre la mesa que hay junto a la puerta de entrada y se tumba en el sofá a descansar. No es capaz de estar relajada más de diez minutos por lo que cuando el reloj da la y diez se levanta como un resorte y se pone a dar vueltas por la casa. Son las cinco y cuarto de la tarde cuando entra en su estudio y empieza a remover papeles y archivadores. Se sienta en la silla, se cruza de piernas y muerde la punta del bolígrafo con ansias. Poco después empieza a escribir. Toca el reloj las siete en punto y el ordenador acaba de encenderse. Se oye la musiquita de bienvenida por todo lo alto y después solamente acompaña al silencio el pulsar de las teclas. 
Lo que Jessica no tiene planeado es que a las nueve esa noche tiene una cita en un hotel romántico de cinco tenedores ¿Será por eso por lo que está tan nerviosa? 
A las ocho menos cuarto es cuando se relaja. Baja las escaleras enfundada en sus zapatillas de estar por casa y cierra los ojos. Alza las manos y empieza a tocar el piano. 
Mi, do, re, sol, la, do...
Sin prisas, con pausa.

20 ago 2010

Ni en el blanco de los ojos (2)

Jacob es judío. Guarda debajo de la cama un libro que contiene palabras extrañas y que jamás ha leído. Su padre lo lee siempre al despertar y dice que le ayuda a empezar el nuevo día. Él lo ha intentado varias veces, pero las palabras son tan pesadas y difíciles que sus ojos se cierran poco a poco y el sueño le juega malas pasadas.
A media mañana cierra la ventana de la buhardilla y empieza a recitar la lección de cada martes convirtiéndolo en una rutina diaria. El verano y el invierno pasan para él como trenes que se pierden en el horizonte poco a poco. La oscuridad le rodea y hace que se sienta ciego a veces y sin saber hacia donde debe de ir.
Algunas noches, cuando oyen ruidos extraños allá fuera deben dejar de cenar y esconderse rápido debajo de la cama. Quietos, muy quietos... y saldrán después de que el ruido se haya silenciado, solo después de estar seguros.
Es Mier la que les da la comida. No tiene más que abrir el armario y la pequeña puerta cuadrada por la que se cabe a rastras.
Jacob es judío. Lleva sin ver la luz del sol más de dos años.

María es atea, pese a que sus padres digan siempre lo contrario. Guarda debajo de la cama un libro que contiene textos vulgares e ideas fantasiosas e imposibles. Su padre no lee nada al despertar porque dice que no quiere estresarse nada más empezar un nuevo día. Ella, en cambio, debe leer siempre algo... sino los ojos se les cierran poco a poco y el sueño le juega malas pasadas.
A media mañana se toma el bocadillo y sale al recreo. Poco después tendrá que presentarse a un examen de matemáticas para el que apenas ha estudiado. El verano y el invierno son estaciones siempre deseadas. La luz le da en la cara y hace que a veces parezca que ha ido a la playa.
Algunas noches, cuando oye ruidos extraños allá fuera cierran las ventanas y el silencio se apodera de nuevo de la habitación. Cuando terminan de cenar ella se va a la cama a leer un buen libro con una tenue luz de fondo y sus padres se acuestan en el sofá a ver la televisión.
Es Matilda la que les da la comida. No tiene más que abrir la nevera y dejar carne, pescado y fruta para la mañana siguiente.
María es atea. La luz del sol la despierta cada mañana.

10 ago 2010

Donde los problemas se van con un café...

En una calle cualquiera de París, a altas horas de la madrugada:
Una cabina de teléfono llena de pintadas escritas en francés: oh, c'est mon amour, y nombres extraños, firmas... Un coche escarlata cuyo conductor tiene medio cuerpo fuera y grita algo a un taxi que se hace el sordo... En la acera de enfrente un borracho se agarra a una farola que apenas es capaz de dar luz. 
En un café que hace esquina una camarera sirve tazas decoradas con fotos de la Torre Eiffel, una de ellas, escurridiza, resbala y cae al suelo, el café se esparce por toda la acera y crea pequeños ríos que terminan desembocando en la alcantarilla. 
Dos mujeres, mientras, charlan encogidas en una mesita de mármol.
- ¿Quieres un cigarrillo?
- Esta noche no. 
- ¿Por qué?
- No tengo ganas de nada.
La que ha formulado la pregunta da otra calada y el color carmín del pintalabios impregna el papel. 




20 jul 2010

Justo desde Canelones.

Un 2 de Abril de 1939, desde la estación de trenes de Canelones. Uruguay.
Sin remitente. Hacia una España que no vale la pena.

¿Cómo va por allí, Marcos?
Aquí ya te echo de menos. El rumor de las olas, las dunas de arena llenas de hierbajos, los pantalones cortos y los pies descalzos... todo me recuerda a ti. Canelones no es una ciudad cualquiera. Aún hoy, después de tantas visitas, después de tantas ansias y tantas esperas, me gusta sentarme en los asientos roídos de la estación. Allí saco mi libreta y escribo, escribo todo lo que se me pasa por la cabeza. Las tardes de primavera del pasado Marzo, donde contábamos trenes aquí, sentados un poco más allá, entre aquellos dos abetos que aún se pueden distinguir en la maleza.
Aunque no está abandonada, esta estación yace medio muerta. Es una de las pocas que han logrado sobrevivir al paso de los años, aunque como en cualquier ser humano se notan las diferencias. Las paredes ya no son blancas, el reloj que daba las doce en punto se ha parado de repente. Las voces se han congelado. No se oye el sonido agudo del tren a su llegada, ni la voz de esa mujer que siempre llevaba una flor roja enorme en la pamela ¿la recuerdas? Cogía el tren todos los viernes por la tarde, de regreso a casa. Ni que decir del vendedor de cupones, ahora quedara reducido a nada. Desde que tengo consciencia, lo veo pasearse por la estación, con sus zapatos de claqué, de esos que ya ni siquiera se llevan. Sus pasos parecían un baile descompasado, un hombre cuyo destino se había perdido entre raíles. Hay muchas personas que formaron la estación, que la animaban y la convertían en otra cosa. Ahora eso ya no existe. El todo y el nada, aquello de lo que siempre habíamos hablado.
¿Cómo pueden cambiar las cosas en tan poco tiempo, Marcos? ¿Cómo puede convertirse la vida perfecta en un suplicio, en un mundo de heridas abiertas? Allí terminó ¿no? Eso dicen todos. Pero tú no sabes decir si es realidad eso de que acaba.
Aún hay que arreglar muchas cosas en este mundo, aún hay que dar muchos pasos hacia delante. Huí de allí y me encuentro aquí ahora, escribiéndote desde la estación de Canelones, sentada donde tu y yo, hace ya varios meses. Casi como si fueran años.

19 jul 2010

Llovió sobre mojado...

Las alcantarillas vomitaban agua. El centro de la ciudad era un hervidero de gente. Calor en el metro, olor a suciedad. Paraguas mojados, chubasqueros y calcetines altos. Botas de agua y chapoteos. Colapso delante de la parada del autobús. ¿Riego por aspersión o por goteo?
Camisas mojadas, mares de agua sin playas, arena, sin sol. Solo nubes grises.
Teresa corre. A cámara lenta los charcos se deforman cada vez que pasa sobre ellos. El impermeable negro parece no servir de nada. Va calada hasta los huesos. El gorro resbala y cae, el pelo se le moja de nuevo. Ahora yace pegado a la piel, caído y muerto. Las luces rojas de los coches se confunden con velas encendidas, los semáforos danzan un vals de colores que nadie alcanza a ver. Las luces se distorsionan y se convierten en líneas fluorescentes. Teresa corre, y llega a la puerta de su casa. Busca las llaves en el bolsillo. Resbalan y caen sobre el suelo. Al agacharse, Teresa puede ver su rostro pálido y medio muerto. Sin ganas de nada. La estufa le espera dentro. Los movimientos se ralentizan. Abre la puerta. Entra. Enciende la estufa. Crepita el fuego e ilumina la estancia.
Un buen chocolate caliente, procurando no ser derramado sobre la alfombra roja. Sobre la moqueta blanca.

6 jul 2010

Luz roja. Luz verde.

El metro de Madrid pitó al entrar en la estación. Una voz virtual anunció la llegada y la salida, la parada Sol esperaba muerta de sed a mitad del verano. Cogió
las maletas, subió las escaleras y resopló. Cansancio y heridas. Cerró los ojos mientras la avalancha de personas pasaban a su alrededor, humanidad inexistente ante ella.
El sol se empezó a infiltrar en un horizonte que apenas se distinguía. La luz se esparcía melancólicamente y el cielo se tornaba rosa. Las nubes eran ese algodón dulce de ferias que se te queda adherido a las manos. Y poco a poco las luces de
la farolas, titubeante, nacieron otro día más, para alumbrar una noche seca y calurosa, donde la luna era solo un adorno en un cielo en el que no existían las estrellas.
Se enciende la luz de un edificio. De otro. Casi como intentaran crear un compás, un orden metódico.
Llegó al hotel, la puerta giratoria no se molestó en darle la bienvenida, el secretario, pegado al ordenador, tampoco. Solamente se oía el resonar de las ruedas de plástico sobre la típica moqueta. Llamó al ascensor. Luz verde. Entró en el ascensor, y la puerta se cerró con un sonido estridente y metálico. Luz roja. Suspiros. Suspiros. Suspiros. Suspiros. Salió del ascensor. Luz verde. Rebuscó entre sus bolsillos la tarjeta del cuarto, y la encontró junto a varios envoltorios de chicle sin azúcar. La m
etió. Luz roja. La sacó y la colocó correctamente. Luz verde. Los colores se confundían ante ella, una mezcla extraña, como un cielo encapotado justo antes de la tormenta.
Dejó la maleta junto al espejo colgado de la pared llena de estampados y se tumbó en la cama, sobre un edredón que olía a madera y a hollín.
El sonido de un piano afinado se coló por su ventana.

---------------------------------------------------

Bueno, aquí os traigo un juego que para mi gusto es precioso y que vi en una web, una buena idea que pienso poner en práctica ahora mismo:


Las reglas del juego son:

- Coge el libro más cercano que tengas.
- Abrelo por la página 180 (en el caso de que tuviera menos, ábrelo al azar y sigue con la siguiente regla).
- Escribe el 1er párrafo que encuentres (desde el primer punto y a parte que haya)
- Escríbelo en tu blog (si es muy largo escribe la mitad, y si es muy corto puedes escribir un poco más. Depende de lo que quieras desvelar. Es una regla flexible ^_^) Si no tienes blog puedes publicarlo en los comentarios de esta entrada!!
- Poned el libro que es y el autor/a.

Bueno, pues eso, aquí os dejo el mío:

LA LADRONA DE LIBROS
Markus Zusak


"Esa mañana en concreto, poco antes de salir, el sargente Stephan Schneider entró tranquilamente en los dormitorios y reclamó la atención de todo el mundo. Era popular entre los hombres por su sentido del humor y por sus bromas, pero aún más por no ir jamás detrás de nadie en las líneas de fuego. Él siempre era el primero. Había días que entraba en el barracón donde descansaban los hombres y decía así como: ¿Hay por ahí alguien de Pasing? o: ¿A quién se le dan bien las matemáticas? [...] Después de la primera vez que entró a preguntar, nadie volvió a prestarse voluntario. Ese día, un joven [...] llamado Philipp Schlink se levantó con gallardía y le respondió a la llamada:
- Si señor, yo soy de Pasing - a lo que, sin más, el sargento le tendió un cepillo de dientes y le ordenó que limpiara las letrinas"

5 jul 2010

De amor y esperanza

Que va todo siempre de lo mismo, repetimos:
Lo mismo.
Hacen eco las palabras, resuenan una y otra vez, permanentes, nos cansan, hacen daño a los oídos, nos convertimos en marionetas manejadas.
Lo mismo.
Y es que hablamos de lo mismo, que ya casi no queda esperanza. Tu haces y yo hago eso, y eso se convierte en nada.
Lo mismo.
Hay dolor, hay agonía, sufrimiento en un pozo negro sin fondo y lleno de estrazas con letras de tinta corrida y mojada, palabras perdidas para siempre.
Lo mismo.
Desazón poca esperanza. Amor reducido a gloria falsa. Tu amor es mi amor es el mismo amor de todos, sin diferencias, sin peculiaridades, el amor son copiar reproducidas de forma exacta.
Lo mismo.
Y ya es que hasta te cansa repetir siempre las mismas palabras, andar por las calles como lo hacen los demás, vestir como lo hacen los demás, hablar como lo hacen los demás. Reiterada agonía, vida igual. Caemos en rutina diaria.
Lo mismo.
¡Hay siempre lo mismo! Que lo que antes eras tú, con tu pelo rubio, encrespado, con tu pelo negro y lacio, con tus ojos grises, con tus ojos pardos, ahora es una sombra, algo indiferente, imposible de diferenciar de los demás.
Lo mismo.

29 jun 2010

Solos en el silencio (Relatos dedicados a imágenes VIII)


Navegamos por un mundo de estrellas que alumbran la oscuridad. Contenemos la respiración, flotamos. Tus mejillas sonrojadas destacan incluso detrás del cristal, cubierto de vaho. No soy capaz de fijarme en la vía láctea, solamente en tus ojos azules iguales que el infinito y tu respiración acompasada a los latidos de mi corazón.
De repente me parece que no hay nada que me ate al mundo. En la oscuridad de una noche perpetua, patente ante mí, cierro los ojos. El brillo de las estrellas desaparece. Floto en el silencio.
Y me veo a mí, y a ti, rodeados de miles de estrellas, con el planeta tierra al fondo, dentro de la composición del cuadro de la vida.

20 jun 2010

Goodbye # Maybe

Nunca fue más que un sueño. Soñaban los dos. Pero nunca fue más que un sueño.
Hasta que se hizo real.
Antes todo había sido fácil, mucho más fácil que ahora. Bastaba con cerrar los ojos y dejar volar la imaginación. La música que tanto les gustaba sonaba de fondo, el bajo daba la nota final. Un Maybe desafortunado.
Imaginaban ser otros, diferentes, vidas paralelas que no tenían que ver una con la otra. Soñaban con despertarse, y se preguntaban que sucedería si no se encontraran cada mañana, como habitualmente hacían. Ambos sentados, uno en frente del otro, hablaban sobre que pasaría si sus mentes pensaran en otras cosas que nada se asemejaban a su vida de ahora. No pasarían por sus cabezas los momentos en los que se encontraban juntos, lo de menos que echaban al otro, como almas gemelas separadas bruscamente.
No podían ni pensar en goodbye como algo cercano, solo como un sueño. Algo imposible y sobrenatural que, seguramente, no llegaría jamás...
Hasta que se hizo real.
Y sus cuerpos se separaron y se fueron, dejando aquello en lo que se fundieron, convirtiéndose en almas separadas que no serían capaz de juntarse. Existen muchos porqués en esa historia.
Como en tantas otras.
Se dijeron adiós casi sin quererlo, sin pensar en nada, sin reaccionar. Ellos no pensaron en un goodbye, solamente un maybe, lejano y distante.
No merece la pena malgastar tu tiempo pensando que sucederá en lo trágico.
Guíate de la esperanza y sigue hacia delante.
No siempre tenemos las mismas oportunidades, ni los mismos momentos.
Hasta que se hizo real... y terminó con un goodbye, y no con un maybe como esperaban.

19 jun 2010

Mañana, a eso de las diez.

Las agujas del reloj. Pasa el tiempo y queda mi alma. Lluvia fina cae sobre mi regazo, empapa mi piel y mi falda, tela gris de tiempos antiguos.
El segundero avanza sin que me de tiempo a respirar. Espero. Espero. Pero lo que deseo no llega, y entonces paro y pienso que, tal vez, en vez de aproximarse huya. Poco a poco...
Quedamos en la estación y tú no te presentaste.


13 jun 2010

Todo va sobre el amor (una cosa abstracta)


Amor son cuatro letras.
Y si nos quedamos sin ellas, nos morimos y nos vamos, y volvemos ausentes a una época más feliz que la actual, más bonita y placentera. Nos estancamos en el pasado otra vez, intentando que no sangren las heridas.
Y cae rojo sobre la hierba, impregnando el verde amarillo, color inexistente, solo patente en nuestra mentes. Reservo un hueco para ti en el pasado, mi presente ya no existe. Se convierte solo en una nada, algo que nos gustaría vivir.
Nos deja el amor y no somos nada, solamente queda fragmentado en cuatro letras, la A, la M, la O, la R... sin ellas vacío. Amor de madre, amor de padre, amor de hermana, amor de amor, hay tantos tipos de amores...
Y amor de amar, amar y después querer. Sangre de heridas y brechas abiertas por el tiempo, por el dolor, por las palabras... hay veces que el amor se convierte en odio y nuestra mente elimina los recuerdos sin querer. Maldito tiempo perdido con esa persona que nunca quise conocer. Mal-di-to-tiem-po-perdi-do-por-ti.
Ahora te dejo ahí, tirado, tirada, sobre ese césped que una vez me pareció el mío y ahora ya no es nada. Te quedas tu solo, sola para podarlo. Yo tiendo y cuelgo esas cosas que ya no me sirven de nada... esas cosas que quiero olvidar.
El amor es casi, casi, una mentira.
Pero merece la pena creérsela.


30 may 2010

aDiÓs...

Cuando volviste yo ya me había ido, aunque mi cuerpo seguía allí.
Mi mente vagaba por otros lugares, pensando de nuevo en tí.
Cuando volviste yo ya me había ido.
Fue tu culpa, fue tu error, fue tu maldita agonía, tu ego.
Cuando volviste, solo el exterior, no el interior.
Adiós.
Adiós.
Adiós.

2009-2017. Todos los derechos reservados a Ali Alina.