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26 ene 2011

A la deriva

Estoy tan vacío por dentro que ya no me quedan lágrimas -las he gastado todas cuando lloraba sentado en las escaleras, mirando a través de la ventana el cielo lleno de un puñado de estrellas-. Toco el violín por las noches y confundo las notas sin que nadie se de cuenta. Ando por las calles con los ojos cerrados, lento, muy lento, casi con pasos de hormiga. Voy en un barco de madera que me ha costado construir cuatro días y cincuenta noches. Pienso en ti cuando no hay luna llena y recuerdo tu redundancia al hablarme de tus sueños y los cuadros que había colgado en la habitación de la vecina. 
Me levanto sin puntos y sin comas, sin palabras. Trago saliva. Tengo los ojos grises porque se han quedado vacíos y tú te empeñas en pintarlos de verde, como las briznas de hierba que hay en el portal, junto a la puerta. 
Cuando no pueda más me iré poquito a poco, sin prisas, con la música de un piano negro de fondo. Pero mientras tanto pronunciaré la palabra esperanza -que tanto me encanta-. E iré hacia arriba, a la deriva, hasta que el infinito desaparezca.

20 ene 2011

En el fondo de la playa

Hemos escarbado en la arena de la playa con el abuelo para ver si llegábamos a la otra punta del mundo. La tierra que sacábamos la hemos guardado en cubos rojos y azules que, según Sisi, no combinaban para nada. Ahora la tierra parece fango por la lluvia que ha caído sobre el balcón en el que los dejé cuando volvimos a casa. 
Mi madre ha venido a recogernos y ha reñido con palabras dulces al abuelo por agacharse para ayudarnos, por meternos ideas locas en la cabeza sobre tareas y misiones imposibles y por hacer que nos llenásemos de tierra las rodillas. 
El abuelo se ha sentado en la silla delante de la ventana y se ha apoyado en el bastón  (El amanecer  alumbrado en sus ojos y el sol poniendose poco a poco hasta que el horizonte se ha llenado de estrellas).
Hay sobre la cama una concha que hemos descubierto los tres en el fondo de la playa.

15 ene 2011

Tropecientas mil primaveras más

Marylin ha guardado en el bolsillo trece piruletas con sabor a fresa, siete tarritos de mermelada y galletas con leche merengada. Tiene en la mochila tazas de porcelana de todos los viajes que ha realizado y cuadernos llenos de postales y de letras que relatan sus historias.  Ha viajado a más de cincuenta países y nunca se está quieta en ningún lugar. Lleva consigo un paraguas a rayas que se compró una tarde lluviosa en Dublín por si acaso el agua le pillaba desprevenida y cree que la nieve es una capa de tierra que llega cuando hay cosas que enterrar. A Marylin le gustan las cosas interrumpidas. Que halla. Muchos. Puntos. Y ninguna. Coma. Maneja a la perfección quince idiomas entre los que se encuentran el inglés, el francés, el español, el portugués, el italiano, el alemán y el de las sonrisas.
Ahora se tiene de nuevo que marchar y está haciendo las maletas. En  este viaje ha habido pocos puntos y alguna que otra coma, pero no está enfadada (porque ha conocido a alguien especial). Y, aunque ya llegue el verano y tenga de nuevo que emigrar, el recuerdo de las tardes y de las flores quedará en su mente para siempre. Aquella primavera ha amado, ha soñado, ha gritado, ha creado historias bajo la luna y ha...
creído, por un momento, que podían llegar a ser realidad

31 dic 2010

Querida Ellie...


Es sentarse en una hamaca y abrir el álbum de fotografías viejas que ya apenas recordabas. Es llorar con una película de la que nadie tiene ganas y saltar a la comba con amigos que no veías desde la infancia.
Tu recuerdo patente en mi mente, la imagen de tus besos, de tus caricias y de tus sonrisas, de tus verdades y de tus mentiras, de tus sueños y de tus palabras hondas. 
El iris azul y la pupila que se dilataba en las noches oscuras cuando hacíamos de exploradores intrépidos y viajábamos al universo en busca de estrellas perdidas y de cohetes extraviados. Nos gustaba hacer barcos de arena en la playa y esperar a que la marea se lo llevara (éramos como piratas  que surcaban los océanos y luchaban en alta mar a los que les gustaba pedir helados de fresa con cacahuetes).

Querida Ellie:

No sé que decirte de lo que ocurre ahora aquí. Las cosas se han vuelto del revés y no le encuentro sentido a nada. Sin ti no sé sonreír y cada vez que veo tu sillón vacío los recuerdos penetran en mi mente y hacen que el tiempo parezca insoportable. Aún guardo en la cesta de mimbre los billetes de viaje que ya no sirven para nada. Los cuadros que pintaste, las fotos que te tomaste, todo me rodea y me aprisiona, todo hace que esto se convierta en agonía y desazón. Maldito recuerdo. Malditos recuerdos...
Querida Ellie, no sé porque te fuiste así sin decir nada y me dejaste solo, vacío y muerto. Eras tú mi medio corazón y la parte positiva de mi cuerpo. Necesito que vuelvas. Necesito que estés aquí para empezar de nuevo.
Te necesito para vivir.

Con cariño, Carl.


Esta entrada cargada de recuerdos es lo que dejo para finalizar el año 2010, que se va con más de 700 seguidores. Entre las personas a las que tengo que dar las gracias se encuentran anasthinkings, meryC, palabras dulces, María, Blisay, Blanca, Palabras perdidas, Madison N.Chesire, la Srta. While, Niicky Gray, Laura Drop. R y SemiElfa Mish.Porque fueron las primeras que me siguieron, que creyeron en mí cuando apenas tenía seguidores y era una niña que se internaba en esto de blogger. Muchas gracias a todas y que sepais que os seguiré y leeré siempre.

28 dic 2010

Quiero vivir mi camino.

Salta. Vive. Experimenta. Sueña. Crea.
Ponte un traje amarillo con miles de volantes que ondeen cuando des vueltas hasta perder el sentido. Baila descalza, si te compras calcetines que sean a rayas y de miles de colores diferentes. Cuenta los coches rojos que pasan por delante de tu ventana en las tardes de primavera. Cámbiales el nombre a la escuadra y el cartabón  para confundirte cuando hagas las perspectivas. Pinta con los rotuladores que te regalaron por tu cumpleaños hasta que se confundan los colores, ve a las playas en autocaravana y cómete un bocadillo de mermelada de naranja a orillas del mar. Ve las puestas del sol solamente el catorce de cada mes, y en febrero  dibuja corazones en la colcha de tu cama. Lee revistas baratas y compra (aunque sea solo una vez) una película de los años sesenta que nunca has sido capaz de ver. 
No argumentes tus respuestas ni tus acciones, no te preocupes por el mañana ni por el ayer y vive el presente. Crea un perfume con olor a ti y un perfume con olor a él. Crea una lista de lugares a los que tienes que ir y de cosas raras que nunca harás. Pon la radio por la mañana y sintoniza el canal de música antigua para poder escuchar a los Beatles y a los Rolling Stones un rato. Sácale la lengua al vecino que te mira desde el balcón y compra un billete que no va a ninguna parte. 
Sé parte de algo, de alguien. Sé parte de ti y de tus sueños y sobre todo sigue tu camino.
(Aunque está permitido desviarse)

8 dic 2010

Son solo 2 cucharadas de miel

Imagino que será difícil para ti, que con esta canción triste de fondo despedirse puede resultar el doble de duro. Pero dime, no sé si las palabras se han ahogado en tu garganta mientras veíamos el sol cruzar el horizonte, dime que es lo que sientes cada vez que recuerdas las tardes de primavera y decías te quiero de forma automática, como si los gestos y los sentimientos se convirtieran en rutina diaria. 
Dime, maldita sea, dime la verdad. Habla porque sé que tienes mucho que contar sobre nosotros, mucho que contar sobre el mundo y su crueldad, sobre los copos de nieve en navidad, sobre los cristales empañados por el vaho, sobre los sueños. Tú me regalaste una guitarra eléctrica y yo un reloj al que le tenías que dar cuerda (porque no me quedaba dinero ni para llorar). 
Te fuiste en ese globo como ayer, elevándote en el aire. Hoy he ido al médico y el doctor me ha recetado dos cucharadas de miel.
Una para el corazón y la otra para el alma.
Algo se cuece en Globos de Agua por los 600 seguidores...


21 nov 2010

Notas de piano inexistentes y guitarras eléctricas rotas.

El teléfono sonó y yo no estaba en casa. La abuela Nana lo cogió con dedos temblorosos y, cuando colgó, se quedó en silencio varios minutos, a la espera de que alguien le dijera que lo que acababa de escuchar no era real. 
Alma a la guitarra eléctrica cantaba canciones tristes para mí esa misma mañana. Yo bailaba sobre la tierra mojada sin importar que se mojaran los zapatos de cuero que me habían regalado por un cumpleaños que ya apenas recordaba. Joe y sus gafas de sol nos observaban desde detrás de un árbol con descaro. Estaba enamorado de mí y yo de sus sueños. No recuerdo cuando todo se rompió en pedazos. No el momento exacto. Solo sé que alguien llegó y me dio la noticia en voz baja, con cuidado, como si yo fuera una muñeca de porcelana que se puede romper. 
Cuando llegué a casa cerré la puerta tras de mí y vi a la abuela allí, sentada sobre la maca, meciéndose hacia delante y hacia atrás, como si no hubiese sucedido nada. No era necesario romper el silencio. Me senté frente al piano y lo toqué sin partitura, sin notas exactas. 

El mundo se ha vuelto del revés y ya no nos queda nada. 

Perdonad por mi ausencia, siento deciros que no creo que aparezca por aquí, 
y mucho menos por los blogs, a los que tengo abandonados. Sé que no he puesto casi 
ningún comentario, pero eso no significa que deje de leeros. En 
cuanto tenga tiempo regreso a las andadas. 

14 nov 2010

Tus recuerdos están guardados en globos de colores (junto a mí).

Escena de la película UP.

Me gustaba montarme en el tren cuando no sabía que hacer. Cogía una mochila roja llena de cosas absurdas y me la colgaba a la espalda (así llevaba un pedacito de mí para no perderme). Pagaba el billete sin prisas y esperaba sentada en aquellos asientos incómodos a la vera del andén. 
Después me montaba en uno de ellos, siempre junto a la ventana, para poder observar el exterior desde dentro de un vagón desierto. Colocaba la botella de agua fría en el posabrazos de la silla y esta se agitaba sin llegar a caerse. Sacaba del bolso un cigarro medio consumido y daba pequeñas caladas, viendo salir el humo y esparcirse por la habitación. Pegado a la puerta de salida, un cartel que rezaba "sala de no fumadores". Eran las doce de la mañana aquí y la una en casa. 
Recordaba a las muñecas de trapo que atábamos a globos de miles de colores y soltábamos en el cielo de las mañanas de marzo, antes de que la lluvia se apoderara de todo, antes de que los recuerdos volvieran a florecer con la primavera. El otro día, camino de casa después de volver del trabajo, me encontré a una de ellas colgada de un poste de madera. Una niña intentaba cogerla. 

Te gustaba montarte en el tren cuando no sabías que hacer. Ahora que no estás tus recuerdos y tu vida se han mezclado con la mía de repente. 
Y no sé si quiero quitármelos de encima. 

3 nov 2010

Le había contado tantas veces las pecas de la cara...

Sentados uno frente al otro, se observaron durante varios minutos y sus miradas pobladas de sentimientos se cruzaron como tantas otras veces. Los tranvías pasaban ante ellos y algunos se paraban, vomitando a gente de bufandas largas, abrigos negros y gorros de lana.

True quería ver aquellos ojos oscuros, aquel cabello negro y liso, aquella sonrisa atrevida y esas ganas de vivir por vivir, de gritar. Le gustaban sus uñas largas, como cruzaba las piernas y la forma que tenía de tocarse un mechón que se había escapado de su peinado perfecto. 
Lie quería quedarse observando durante tiempo indefinido, con las agujas de los relojes parados y oyendo solo su respiración acompasada. Las nubes pasaban sobre ella y los tranvías rojos parecían no querer recogerlos nunca. Le había contado tantas veces las pecas de la cara que lo sueños parecían reflejarse en cada una de ellas. 
El aire 
y el tiempo 
decidieron 
pararse 
de repente.

28 oct 2010

Tú y yo, los sueños y la realidad.

Fue en la noche, junto a las notas de un piano gris, cuando desperté del sueño y la oscuridad inundó mis sentidos hasta que solamente fui capaz de notar cada alteración en mi piel. Miré hacia el único rincón iluminado y te descubrí allí, solo una figura encorvada, alumbrada por la luz de una bombilla a punto de apagarse, consumida por el tiempo. Me acerque a ti y te arropé con la manta que me había mantenido caliente hasta entonces.
- Deberías de haberme despertado. Estaba esperando a que llegaras para cenar.
- No es justo despertar a una persona del sueño. Sería como romperle las ilusiones, aquello que quiere convertir en realidad, que desea. Los deseos son algo tan profundo y melancólico que con ellos no se puede jugar.
Sonreí y, arropada por aquellas notas, me alejé de ti unos segundos.
- Son casi las doce de la noche y mañana vas a llegar tarde a trabajar.
Te levantaste de aquel asiento que habíamos ido a comprar solo para ti y, cuando estabas a punto de marcharte y de dejar de tocar, pulsaste las teclas con cuidado, con mimo, y una triste melodía inundó la habitación por unos segundos. Eran aquellos pequeños gestos los que habían hecho que me enamorara de ti. En aquel instante, cuando lo hiciste, un escalofrío recorrió toda mi columna vertebral.
- Vamos, que hay que madrugar.
- Tú siempre tan realista, con ganas de ver solo el mundo de verdad- te acercaste a mí e inundaron tus ojos la felicidad- escapemos de este mundo sucio, vivamos. Vivamos de verdad.
Te gustaba hablar en plural. Compartir las cosas.
A mí me gustaba tocar el cielo, y contigo lo conseguía.

24 oct 2010

Desconexión.

Las olas de la playa me recordaban a caracolas huecas que inundaban mis oídos. La arena se arrebujaba entre los dedos de mis pies descalzos y el tiempo parecía haberse parado de repente. En aquellos momentos, podíamos permitirnos decir cosas tan idiotas como te quiero. Aislados del mundo, nos sentamos uno a la vera del otro y vimos la puesta de sol acurrucaditos, pecho contra pecho, corazón contra corazón, alma contra alma. La vida nos sonrió indecisa.

El teléfono está apagado o fuera de cobertura.
Por favor, deje su mensaje después de oír la señal.
Gracias.

17 oct 2010

Hemos tirado (las ganas de llorar) por la ventana.

Fuimos a la tienda de antigüedades y compramos relojes de segunda mano que daban mal la hora, así el tiempo no existiría y podríamos hacer lo que nos diese la gana. 
La volkswagen roja, ese rojo chillón y escandaloso que yo te dije que pusieras (y lo pusiste, tardaste pero lo pusiste), el colchón caro que tuvimos que ir a buscar a la tienda y que cargamos en una vaca invisible. Recuerdo que fui yo la que busqué la colcha de estampados que tan poco te gustaba. 
No queríamos sumirnos en una rutina diaria. 
Reíamos y salíamos las noches del sábado, sin miedo, sin peligros, estudiábamos en la pequeña mesa de cristal el uno frente al otro, y al final, de tanto mirarnos, tú te ibas a la cocina y yo al dormitorio. 
Pensamos que las cosas buenas nunca cambiarían, que nuestro estado de amor y de felicidad sería el mismo para siempre y que cada mañana nos despertaría la respiración acompasada del otro.
Ahora somos una pareja más, con nuestro pequeño espacio en el mundo, con un apartamento en el centro de la ciudad y un coche con el que llevamos la compra a casa. Los relojes de segunda mano han sido arreglados, hemos crecido y ahora cada uno se centra en sus trabajos. Las noches de primavera son solo noches y los cuadros cosas para decorar. Es cierto que la vida pasa, que las cosas cambian... 
Pero nosotros hemos tirado las ganas de llorar por la ventana. 

6 oct 2010

Dreamer dreams (Sueños de soñador)


No habrá lágrimas en las tardes de otoño.
Ni secretos, ni mentiras. Ni arrugas en la piel. 
Solo felicidad. 
Sonrisas.

- Hay que vivir la vida- me dijiste meciéndote en la maca. Entonces no te entendí. 
- Todo el mundo vive-enarqué una ceja- sino no seríamos seres humanos, sino... no existiríamos. 
- Sobrevivir no es vivir. Vivir es amar las cosas. Vivir es respirar y sentirte agraciado por ello. Oler a hojas caídas de otoño. Soñar. Hablar y en vez de palabras descubrir relatos que nadie ha escuchado. Vivir es...-cerraste los ojos-... algo tan simple y perfecto que encanta. Comer y hablar de cosas sin importancia, reír, soltar carcajadas junto a alguien, abrazarse durante miles de minutos sin importarnos que el tiempo pase. 
- Pero no tiene ni pies ni cabezas. No hay orden... ni beneficios. 
- Tal vez- miró hacia el cielo- pero es eso, justamente eso, lo maravilloso de todo esto. 


No habrá lágrimas en las tardes de otoño.
Ni secretos, ni mentiras. Ni arrugas en la piel. 
Solo felicidad.
Sonrisas.


29 sept 2010

Algunos me llaman Lágrimas...

[Para leer este relato para la música de abajo y dale al play de esta otra.]


Te perdiste una mañana de abril, después de una conversación cortante en la cama. Yo te dije que no eras nadie para mí, nos gritamos el uno al otro y el eco de nuestras voces quedó en la habitación, entre las paredes claras. Nos insultamos y nos dijimos cosas que no sentíamos en realidad, cosas de las que después nos arrepentimos. Pero ya era tarde y la figura de tu recuerdo se perdió con la niebla de aquel día. Las lágrimas brotaron de mi rostro y las palabras se convirtieron en susurros que te pedían volver. 
El humo del cigarro que habías encendido me hizo toser. Con los ojos empañados en lágrimas y el corazón roto me tumbé en la cama y me arropé con aquellas mantas color pastel que la noche antes nos habían acogido.
¿Quienes somos, que somos? Las conversaciones sentados en el sofá, delante de un televisor siempre apagado, observando cuadros abstractos que ambos habíamos pintado, intentando que las horas muertas no existieran. Yo cogía el pincel y lo mojaba en la pintura de colores extraños, me cogías de la mano cual niña que quiere aprender a escribir y me guiabas en mi camino. 
Ahora que te has ido ya no sé que hacer, no sé como seguir hacia adelante, como levantarme y continuar. Ya no puedo pintar cuadros abstractos y solamente veo manchas donde antes veía irrealidad. Las ganas de llorar se me han gastado con el tiempo y las ganas de olvidar se han acentuado minuto a minuto. 
Algunos me llaman Lágrimas...
Pero ya no soy capaz de recordar como me llamabas .

16 sept 2010

Las sirenas (no) saben soñar.

- Los adultos viven en peceras...
- Ya me había dado cuenta.
-  ...y los niños viven en océanos, como las sirenas, con miles de sueños.- completó.
- Eso no es cierto.
Ambos se miraron, sentados en las escaleras de la puerta de su casa.
- ¿A sí?¿Por qué no es cierto?- enarcó una ceja.
- Porque los niños viven en un metro cuadrado, pequeño, pequeño, todos amontonados. Quien desea salir de ese metro cuadro es raro, quien sueña con soñar... es raro.
- ¿Un metro cuadrado? ¿Un metro cuadrado de dónde?
- De ese puñetero océano.

8 sept 2010

Como brochazos y pinceladas.

Debo agradecer a Natt esta entrada. Este relato va dedicado a ella, es lo mínimo que puedo hacer.

El cielo de aquella mañana era tan perfecto que creí que alguien lo había pintado en un lienzo y lo había dejado allí, para que todo el mundo pudiera admirar su obra. Tú y yo, como buenas amigas, nos quedamos una a la vera de la otra, acurrucadas entre la hierba verde en la que aún quedaban gotas de rocío. 
Los columpios aún se movían -hacia delante y hacia detrás, a un ritmo nada apresurado- mecidos por el viento seco de aquella tarde de abril. Los claveles, plantados un poco más allá, coloreaban la escena como un brochazo granate perdido en la inmensidad del horizonte. El sol eran gotas de pinturas, apenas unas salpicaduras anaranjadas, una mezcla de colores en la paleta, amarillo y rojo. Las huellas de nuestras pisadas en la tierra parecían sombras aplicadas con cuidado, las nubes eran trazos emborronados con agua. Estaba el puente a mi derecha, formado por tres arcos irreales e inventados. Caía el marrón en cascada y se fusionaba con el azul casi transparente del agua, creando reflejos turbios que se perdían en el poco oleaje. Los árboles florecían, llenos de verdes, de rosas, de amarillos y de morados.
- Es precioso ¿no crees?- te pregunté.
Tú jugabas en ese momento a tirar piedras planas al agua. Algunas rebotaban en la superficie y se sumergían poco tiempo después. Te diste la vuelta y te encogiste de hombros. 
Claro que tu no veías ningún cuadro, ni ningún color, ni ninguna pincelada ni ningún brochazo. No veías pintura corrida ni tampoco salpicada. 
Tú solamente veías un parque, y no la inmensidad del paisaje. 
Como casi todo el mundo.

30 ago 2010

Ya no quiero saber nada más de historias de amor...

Bueno, anunciaros que "Ni en el blanco de los ojos" se acabó por el momento y que dentro de poco aparecerá "La chica del paraguas azul"... y que la imagen, por supuesto, es de Norae Lebowski.

"Ya no quiero saber nada más de historias de amor." Se dijo una mañana, nada más levantarse "todo lo que dicen no son más que cuentos." Por entonces no tenía más de ocho años y soñaba con Peter Pan, con Campanilla y con no crecer nunca.
El problema era que no sabía que uno crece, avanza, y que el amor se encuentra. No se dio cuenta hasta que lo tuvo delante, hasta que ya no podía huir de él ni de sus problemas. Todos sus miedos se reflejaron en sus iris pardos. 
No sabía lo que era el amor, nunca había tenido que enfrentarse a él, ni experimentarlo... y cuando lo hizo gritó al cielo llena de rabia por fuera y por dentro.
La vida la había estafado, la había engañado. Había crecido y Peter Pan se alejaba corriendo, con prisas. Ahora no era más que una Wendy adulta, que iba alejándose del País de Nunca Jamás... y ese jamás se convertía en siempre. 
La vida nos da regalos, nos invita, y nada más que hay que saber aceptarlos.

25 ago 2010

Ni en el blanco de los ojos (4)

Yo soy como tú, aunque no te des cuenta...ambos somos lo mismo, pero también somos diferentes. Nos unen muchas cosas y nos separan otras, pero no por eso yo soy peor y tú mejor, pero no por eso yo tengo menos derecho que tú, menos vida, menos elecciones... 

Carla era de esas mujeres que siempre llevaban un cigarrillo entre el dedo índice y el corazón. Por costumbre tenía el cinturón desabrochado y unos pantalones vaqueros a los que se empeñaba en llamar Jeans. Su archivador estaba repleto de dibujos que ella misma hacía y que después solía pegar por las paredes de su apartamento compartido. Llevaba el pelo suelto, apenas sujeto por una enorme cinta roja que le caía por el hombro y se fundía con las camisas de manga corta llena de estampados superfluos. Cuando entraba en la universidad no se molestaba en mirar a nadie, solamente caminaba erguida y recta, sin titubeos ni temores. 
Por las tardes se reunía con Molly en el café y hablaban. 
- No seré un jarrón caro en una casa pija, amor-y daba una calada a su cigarro-nací en una familia con dinero y no permitiré que mi carrera sea la de florero perfecto. 
Casi nadie la apoyaba y todo el mundo la miraba por encima del hombro ¿Pero sabéis qué?
Lo consiguió. 
Ahora trabaja de profesora en un colegio a las afueras de la ciudad. Algunos dicen que es feliz, otros que es una amargada. A ella le dan igual los comentarios.

Raúl llega del trabajo tarde, por eso todos dicen que es un buen padre de familia. Tiene una hija de ojos color del mar y un niño casi perfecto. Su mujer lo espera por las noches con un pijama de lino que él le compró por su cuarto aniversario de casados. Ambos cenan junto a la ventana, pero ni uno ni otro giran la cabeza para admirar la inmensidad de la luna, la luz y el alo perfecto que hace que la oscuridad se convierta en magia. Se levanta temprano, coge su maletín oscuro, de esos que solamente son capaces de transportar cosas importantes, y sale por la puerta después de darle un beso a su mujer. Ella le despide sonriente y se vuelve a acostar. Poco después lleva a los niños al colegio. Una vez los deja en la puerta corre hacia el supermercado y compra pan, leche, huevos y patatas para hacer una tortilla. Carga con las bolsas hasta su casa y se mete en la cocina. Coge la plancha y baja del primer piso montones de ropa que han quedado acumuladas encima de la cama. Son las doce de la mañana cuando hace la cama de los niños y la suya propia, se agacha y le duele la espalda. Baldea el patio, friega las baldosas del pasillo y riega las plantas de la azotea. Prepara la comida para los niños mientras hace una llamada de teléfono a su marido, que se ha dejado la cartera en casa. 
- Ven tú a traérmela-le dice.
- Cariño, que estoy muy ocupada y los niños van a salir ya. 
- Encima... no digas chorradas. Tú allí en casa y yo trabajando aquí que ya no puedo más.
Unos segundos de silencio y el teléfono está colgado.
Pi. Pi. Pi. Pi. Es lo único que se escucha.

24 ago 2010

Ni en el blanco de los ojos (3)

Nora Wells es una viejita que siempre está sentada a la puerta de la chocolatería las tardes de invierno. Lleva por abrigo una toquilla que ella misma se ha cosido y se mece sin prisas, hacia adelante, hacia atrás... Hace punto mientras inventa vidas. Aquel hombre que pasa corriendo seguro que tiene prisas porque llega tarde al trabajo. Su mujer no le ha despertado de la siesta debido a que ayer tuvieron una pequeña discusión y andan bastante enfadados. Su hija había llegado después de un largo viaje a Nueva York (cosas del negocio) y fue la que lo despertó. 
Aquella de las enormes gafas de sol es una pija arruinada. Se gastó todo el dinero que tenía en una enorme mansión a las afueras de la ciudad y en chalecos de pieles que resultaron ser falsas. Le gustaría comprarse un buen coche para no tener que ir caminando a todos lados, pero apenas le queda para sobrevivir al día a día. 
Cuando termina el jersey para su hija se levanta sin ayuda y se encamina hacia su casa. Sube las escaleras y ve como el sol se empieza a poner. Un bonito atardecer desde la ventana de su dormitorio mientras alguien toca el piano en el piso de abajo.
Mi, do, re, sol, la, do...
Sin prisas, con pausa.

Jessica Swan tiene un buen trabajo de abogada en el centro de la capital. Entre sus idas y venidas ha conocido a un muchacho cuyo nombre se le viene cada dos por tres a la cabeza. Llega del trabajo a las dos de la tarde, deja las llaves sobre la mesa que hay junto a la puerta de entrada y se tumba en el sofá a descansar. No es capaz de estar relajada más de diez minutos por lo que cuando el reloj da la y diez se levanta como un resorte y se pone a dar vueltas por la casa. Son las cinco y cuarto de la tarde cuando entra en su estudio y empieza a remover papeles y archivadores. Se sienta en la silla, se cruza de piernas y muerde la punta del bolígrafo con ansias. Poco después empieza a escribir. Toca el reloj las siete en punto y el ordenador acaba de encenderse. Se oye la musiquita de bienvenida por todo lo alto y después solamente acompaña al silencio el pulsar de las teclas. 
Lo que Jessica no tiene planeado es que a las nueve esa noche tiene una cita en un hotel romántico de cinco tenedores ¿Será por eso por lo que está tan nerviosa? 
A las ocho menos cuarto es cuando se relaja. Baja las escaleras enfundada en sus zapatillas de estar por casa y cierra los ojos. Alza las manos y empieza a tocar el piano. 
Mi, do, re, sol, la, do...
Sin prisas, con pausa.

20 ago 2010

Ni en el blanco de los ojos (2)

Jacob es judío. Guarda debajo de la cama un libro que contiene palabras extrañas y que jamás ha leído. Su padre lo lee siempre al despertar y dice que le ayuda a empezar el nuevo día. Él lo ha intentado varias veces, pero las palabras son tan pesadas y difíciles que sus ojos se cierran poco a poco y el sueño le juega malas pasadas.
A media mañana cierra la ventana de la buhardilla y empieza a recitar la lección de cada martes convirtiéndolo en una rutina diaria. El verano y el invierno pasan para él como trenes que se pierden en el horizonte poco a poco. La oscuridad le rodea y hace que se sienta ciego a veces y sin saber hacia donde debe de ir.
Algunas noches, cuando oyen ruidos extraños allá fuera deben dejar de cenar y esconderse rápido debajo de la cama. Quietos, muy quietos... y saldrán después de que el ruido se haya silenciado, solo después de estar seguros.
Es Mier la que les da la comida. No tiene más que abrir el armario y la pequeña puerta cuadrada por la que se cabe a rastras.
Jacob es judío. Lleva sin ver la luz del sol más de dos años.

María es atea, pese a que sus padres digan siempre lo contrario. Guarda debajo de la cama un libro que contiene textos vulgares e ideas fantasiosas e imposibles. Su padre no lee nada al despertar porque dice que no quiere estresarse nada más empezar un nuevo día. Ella, en cambio, debe leer siempre algo... sino los ojos se les cierran poco a poco y el sueño le juega malas pasadas.
A media mañana se toma el bocadillo y sale al recreo. Poco después tendrá que presentarse a un examen de matemáticas para el que apenas ha estudiado. El verano y el invierno son estaciones siempre deseadas. La luz le da en la cara y hace que a veces parezca que ha ido a la playa.
Algunas noches, cuando oye ruidos extraños allá fuera cierran las ventanas y el silencio se apodera de nuevo de la habitación. Cuando terminan de cenar ella se va a la cama a leer un buen libro con una tenue luz de fondo y sus padres se acuestan en el sofá a ver la televisión.
Es Matilda la que les da la comida. No tiene más que abrir la nevera y dejar carne, pescado y fruta para la mañana siguiente.
María es atea. La luz del sol la despierta cada mañana.

2009-2017. Todos los derechos reservados a Ali Alina.